Con la historia de estos personajes se formaría la del castillo y todas sus vicisitudes pero terminaremos con la evocación de otro suceso, esta vez de época moderna.
Nos referimos a la estancia en esta fortificación, en calidad de preso, del favorito de Felipe III, Don Pedro Franqueza, Conde de Villalonga, Secretario de Estado.
Uno de los más famosos casos de responsabilidad erigida en España, sobre el que han publicado trabajos interesantes quienes estudiaron el proceso instruido por Don Fernando Carillo, a este ministro apoderado de la máquina de todos los negocios importantes.
El largo proceso de 500 páginas muestra cómo usó Franqueza la influencia y poder que había alcanzado. La sentencia le condena a privación de fueros y mercedes, reclusión perpetua y 1.400.000 ducados.
Figuran 474 cargos y en ellos aparecen las exacciones con que Don Pedro Franqueza había conseguido una colosal fortuna: las cantidades recibidas de los asentistas como Guistiniani, Centurión, Spínola, Fiesco y otros muchos.
Les revendía joyas por mucho más de su valor, el desempeño general de la Hacienda, que acabó empeñándola en 20.000.000 más; las dádivas recibidas de príncipes extranjeros, los infinitos cohechos, la compra fraudulenta de bienes vendidos por justicias….
El Castillo guarda tantos secretos como siglos tiene
Una vez que Franqueza ve la tormenta que se le avecinaba, procuró salvar sus bienes diseminándolos y ocultándolos en los más raros escondites.
En casa de Franqueza se hallaron sobre 200 arrobas de plata labrada, joyas regias, tapicerías espléndidas, una cama de ámbar con diamantes valorada en 250.000 ducados que, no la tenía ningún príncipe tan rica.
Multitud de piedras preciosas, dineros y objetos de excepcional valor que se tardaron tres días en conducir a palacio usando todos los carros largos que llaman del Rey, más de 400 carretas.
También se robaron 300.000 ducados que en varias acémilas enviaba Franqueza a Valencia y el total de lo secuestrado en los primeros días pasó de 5.000.000 de ducados sin contar con los 120.000 procedentes de sus estados y villas, censos y oficios.
Franqueza fingió estar loco durante el proceso, pero los jueces se persuadieron de que era fingida la enfermedad y aún incluyeron en los cargos las blasfemias e insultos que les había dirigido mientras simulaba su enajenación mental.
Franqueza salvó la vida pero pasó lo que le restaba preso en las torres de León, viviendo de las rentas de la encomienda de Silla que le dejó el Rey para su sustento.
Puedes ver la primera parte de este paseo y la historia del castillo en este enlace, y si te ha gustado, te invitamos a seguir caminando con nosotros.