VÍDEO| Historia de la niña de 6 años esclava sexual de la élite.
Anneke Lucas nació en Bélgica y a la edad de 6 años la pusieron a trabajar como sexual de la élite. Así lo ha contado:
«Mi madre me vendía, y me llevaba a cualquier lugar, en cualquier momento que la llamaran. El jefe de esta red de pederastas era un ministro del gabinete belga. Los clientes eran miembros de la élite. Reconocía a personas de la televisión. Sus caras eran familiares para las masas. Aunque yo conocía el lado oscuro de su adicción al poder, el lado que nadie creería que existía. Me crucé con altas personalidades, jefes de estado europeos, e incluso un miembro de la familia real».
» A unos días de mi sexto cumpleaños, me llevaron a una orgía por primera vez, en un castillo. Me usaron para un espectáculo sadomasoquista encadenada con un collar de hierro para perros y me hicieron comer heces humanas. Después, cuando me dejaron tirada ahí como un objeto roto, me sentí tan humillada, que tenía que hacer algo para salvar mi alma, o de lo contrario, y de eso estaba segura, me hubiera marchitado y muerto».
«Me levanté y observé a la multitud de aristócratas vestidos como hippies, balanceándose con la música. Temblaba de miedo, pero mi cuerpo se enderezó e inmovilizó como un arco en suspenso antes del tiro, y oí mi voz como si no fuera mía, regañando a los adultos, diciéndoles que esto estaba mal, que les iba a contar a los demás sobre ellos, y que todos irían a la cárcel.
«Me sacaron silenciosamente y me llevaron a un sótano. Estaba segura de que me iban a matar, pero en cambio me mostraron el cadáver fresco de una joven víctima de asesinato. Debía guardar silencio».
«Después de cuatro años de supervivencia en la red, cuando tenía 10 años, un nuevo invitado trajo a su hijo de 20 años: alto, elegante, rubio y de ojos azules. Avanzó audazmente hacia mí. Sonreí, y me llamó pequeña zorra. Nunca, desde la primera vez que me habían llevado a una orgía, cuatro años atrás, había expresado mis verdaderos sentimientos. Estaba furiosa».
«Me llevaron a un cuarto pequeño, y me ataron a una mesa de carnicero. Mientras me torturaban, el joven había estado negociando con el personaje político que era el jefe de la red. Hicieron un trato: él trabajaría para el político a cambio de mi vida. Esta buena acción finalmente le costaría su propia vida. En este medio, cualquier pizca de humanidad es una debilidad mortal».
«Comparto esta experiencia públicamente por primera vez, habiendo finalmente alcanzado un lugar en mi sanación donde tengo acceso una vez más a la fuerza que viene a mí en esos momentos de claridad en la red. También creo que el mundo está más que listo para confrontar su oscuridad. Tenemos que hacerlo, si queremos sobrevivir como especie».