La cigüeña blanca de León y todo lo que no sabes
Cuenta la tradición que las cigüeñas son las encargadas de entregar los retoños a sus padres, en unos casos recogiéndolos de lugares inhóspitos en los que se encuentran solos y desamparados, dándoles así la oportunidad de disfrutar de una vida mejor, o bien transportando sus almas desde otros mundos al nuestro. De esto sabía mucho Hans Christian Andersen, quien popularizó esta leyenda en su cuento “Las cigüeñas”. Pero lo cierto es que con cuidar de sus propios descendientes ya tienen bastante.
La cigüeña blanca
La cigüeña blanca (Ciconia ciconia), cuya descripción me ahorro porque estoy seguro de que es una ave que conocéis sobradamente, acomete su reproducción a lo largo de la primavera.
Las parejas, que suelen ser estables, acondicionan un nido de enormes dimensiones, usando para ello ramas y toda clase de fibras vegetales. Como se trata de un ave gregaria, es frecuente que los nidos aparezcan formando parte de colonias. Suelen ser reutilizados año tras año y su elección, con mucha frecuencia, corre a cargo de los machos, ya que acostumbran a llegar antes a las áreas de cría. Si un nido no es reutilizado por una pareja es porque por algún motivo esta se ha disuelto o porque el año previo su reproducción no fue exitosa.
El nido de la cigüeña
Una vez que el nido ya está preparado tiene lugar la cópula, antes de la cual los dos miembros de la pareja desarrollan un ritual de exhibición realmente pintoresco: afincados en el nido, sacuden fuertemente sus cabezas moviendo el cuello hacia adelante y hacia atrás, emitiendo simultáneamente un sonoro crotoreo con sus picos.
Si el proceso es exitoso, pronto estará disponible una puesta de entre uno y siete huevos, una única al año, que será incubada por los dos miembros de la pareja durante algo más de un mes.
Los cigoñitos
Los cigoñinos nacen de forma asíncrona, es decir, cada uno en un momento diferente. Esto supone cierta ventaja para el primero en hacerlo, aunque también es verdad que no existen actitudes violentas entre los polluelos una vez que todos los huevos han eclosionado. Cuando nacen tienen un aspecto muy desvalido, ya que apenas están cubiertos por unos pocos plumones pequeños y pálidos. En pocos días su plumaje se torna mucho más denso y pomposo y, en un plazo de tres semanas, comienza a parecerse al de un individuo adulto, aunque no será tal hasta los dos años de vida.
A diferencia de lo que ocurre en los adultos, las patas y el pico de los cigoñinos no son de color naranja vivo o rojo brillante (tonos que, por cierto, se deben a ciertos pigmentos que adquieren gracias a la ingesta de determinados crustáceos), sino que son grises, casi negros y con matices pardos. A medida que van creciendo, el pico va cambiando de color de forma gradual, enrojeciéndose por la base y perdiendo poco a poco las tonalidades oscuras, aunque estas pueden persistir en la punta por mucho tiempo.
Los polluelos de cigüeña blanca permanecen en el nido durante todo el proceso de cría y suelen mostrar una conducta muy tranquila. Emiten diversos sonidos, desde suaves arrullos en momentos de calma hasta fuertes voces similares a un maullido cuando reclaman comida.
La papilla, el alimento
Y hablando de comida, durante las primeras semanas de vida se alimentan de una especie de papilla regurgitada por sus padres que consiste en una mezcla de invertebrados, anfibios, reptiles y pequeños mamíferos, todos ellos capturados en el suelo gracias a la extrema habilidad de estas aves y a la destreza de su alargado pico.
La verdad es que las cigüeñas se desviven por la crianza de sus polluelos… ¡son unos padres incansables! ¡Normal que el folclore les haya atribuido un papel tan hermoso en la venida al mundo de nuestros pequeños!