Existe una curiosa teoría, la cual dice que la Casa Botines, situada en León, es un dragón. Esta viene provocada por la leyenda de San Jorge y el dragón, el que tenía atemorizados a todos los habitantes del lugar.
La leyenda del dragón y San Jorge
San Jorge era soldado, al igual que su padre, y pertenecía al séquito del emperador Diocleciano. Llegó a ganarse un gran puesto, ya que consiguió ser guardia personal del emperador. Sin embargo, esta fue una situación que cambió de manera radical.
Ya que el emperador puso en marcha un sangriento y violento asedio hacia la comunidad cristiana. Sin embargo, San Jorge, confesó ser cristiano y no querer matar a su comunidad. Por lo que el emperador al sentirse traicionado decidió ejecutarlo.
Sin embargo, antes de que todo esto ocurriera, especialmente en el siglo IX, se popularizó la gran hazaña de San Jorge. Ya que, la leyenda cuenta, que un terrible dragón los tenía atemorizados. Y ellos para saciar el hambre del mismo, le entregaban al día dos corderos.
Pero pronto los animales comenzaron a escasear, motivo por el cual decidieron mandar por sorteo a una persona del reino. Un día salió elegida para ser entregada al dragón la princesa. Sin embargo, esto era que San Jorge no podía permitir, por lo que decidió rescatarla y matar al dragón. Y según cuenta la leyenda, de la sangre de este, nació una rosa, la cual San Jorge se la regaló a la princesa.
La Casa Botines es un dragón
Debido a esta leyenda, muchos son los que creen que Gaudí, cuando aceptó realizar la Casa Botines de León, hizo a un dragón. Incluso la directora del Museo Gaudí que encontramos en la Casa Botines de León, Noemí Martínez, asegura que esto efectivamente, puede ser así.
Ya que las tejas podrían formar las escamas del dragón, las verjas de este maravilloso monumento serían las garras. Además la puerta serían las fauces del animal, intentado devorar a un león. Del mismo modo, asegura que existen muchas cabezas de dragón camufladas y escondidas justo debajo de las agujas de las cuatro torres que encontramos en el edificio.
Amanda Arroyo