El Faedo de Ciñera es uno de estos entornos ideales para desconectar y apreciar la naturaleza en su estado puro. Disfrutar de los colores, las formas, los detalles, los sonidos, o la falta de ellos.
El Faedo de Ciñera (faedo en la llingua llïonesa = hayedo en la lengua castellana), es un precioso bosque de hayas centenarias que se encuentra en la localidad de Ciñera de Gordón, municipio de La Pola de Gordón, en la provincia de León. Está enclavado en la Reserva de la Biosfera Alto Bernesga (declarada en 2005 por la UNESCO).
Su recorrido lo han hecho durante décadas los mineros que vivían en Villar del Puerto y bajaban a trabajar en las minas de Ciñera de Gordón.
La ruta para llegar al Faedo parte desde Ciñera. Se inicia en la plaza del pueblo y luego se coge la Calle Amadeo Larán (Paseo el Faedo) pasando por casas del pueblo, por el polideportivo, hasta alcanzar el campo santo. Tras pasar por el cementerio se deja el asfalto para coger una pista de tierra.
Se cruza un primer puente y caminando un poco más se llega a la bocamina 50, una antigua entrada a una mina de carbón, hoy abandonada, pero que fue convertida en un homenaje a los mineros y a la minería, actividad de gran importancia en la comarca de Gordón desde el siglo XIX.
En la bocamina se puede apreciar los objetos relacionados con la faena minera que decoran la galería. Herramientas, tuberías, cascos, fotos y un altar dedicado a Santa Bárbara, la patrona de los mineros. Al lado de la mina está una antigua vagoneta que transportaba los mineros al interior de la mina.
La ruta continúa por la pista pasando por las ruinas de una casa abandonada y luego en descenso hacia la izquierda hasta llegar al Arroyo Villar, o de la Ciñera, que se cruza por un puente de piedra. Un poco más adelante hay una preciosa área recreativa totalmente acondicionada, con muchos bancos, mesas de merendero y hasta un puesto de bebidas llamado “Chiringuito El Faedo”. Un lugar ideal para recuperar fuerzas, relajarse o hacer un agradable picnic disfrutando de las vistas y del sonido que regala el arroyo.
Pasando el merendero se cruza un puente de madera y en este punto ya se pude divisar las montañas del Valle. El camino sigue por un sendero hasta alcanzar otro puente hecho con piezas de la actividad minera. Tras cruzar el puente, finalmente se llega al inicio del Faedo.
Entrar en el Faedo es como saltarse a un sueño estando uno despierto, es un escenario de cuentos de hadas hecho realidad. El trayecto por el Faedo se hace utilizando una pasarela de madera construida para prevenir la erosión, la compactación del suelo, la alteración de la vegetación, en definitiva, para evitar el deterioro del ecosistema y preservar el bosque.
El camino de madera, con sus curvas que se adentran al bosque de hayas centenarias que superan los 30 metros de altura, los robles, chopos, piedras, la frondosa vegetación, el arroyo, todo es maravilloso y bellísimo. Es como estar en el Mago de Oz cruzando el camino de baldosas amarillas.
El hayedo tiene un estado de conservación excelente, de hecho fue declarado en 2007 el “Bosque mejor cuidado de España”.
El premio fue concedido por el Ministerio de Medio Ambiente y la O.N.G. “Bosques sin Fronteras” en colaboración con la Fundación Biodiversidad por preservar la naturaleza íntegra, por su cuidado y, principalmente, por la implicación de los vecinos de la comarca en su conservación.
El manto de hojas que cubren el suelo, los árboles que nos regalan una plácida sombra, los colores de la vegetación, los musgos que envuelven las rocas y troncos constituyen un paisaje espectacular.
Es una gozada cerrar los ojos y escuchar el sonido del agua bajando por el arroyo y del aire moviendo las hojas y las ramas de los árboles. La sensación es tan apacible que no se le ocurre a nadie que esté en este lugar ni siquiera alzar la voz para no romper con el ambiente mágico que conforma el Faedo.
Tras el impactante inicio del camino del faedo se sigue por el sendero marcado apreciando el idílico espacio natural en el que se está inmerso hasta encontar a “Fagus”, el haya más antigua del bosque, la más anciana de España y, según expertos, la de mayor edad de la península ibérica.
Es un haya impresionante, tiene más de 500 años de edad, mide 6,32 metros de perímetro y 23 metros de altura. Es la reina del hayedo está incluida entre los 100 árboles más singulares de España, en el libro “Árboles, leyendas vivas”.
Al pie de Fagus hay un panel informativo que recoge la historia del Faedo de Ciñera y el cuento “El carbón de Haeda” escrito en 1993 por la abuela de Ciñera Josefina Díaz del Cuadro, conocida como Josefina Cuentacuentos.
El cuento hace una recreación del nacimiento de Ciñera de Gordón y en la historia el Faedo es donde vive el personaje principal, la bruja Haeda.
Tras dejar a Fagus y el cuento se continúa el camino serpenteando entre los árboles, piedras, pozas y saltos, hasta salir del bosque.
Después de cruzar otro puente para dirigirse a Hoces de Villar se sube una escalera de piedras para llegar a una espectacular pasarela de madera que se alza sobre el arroyo y se encuentra entre montañas de pura roca.
Al finalizar la pasarela hay dos caminos posibles. Lo de la izquierda a la vera del arroyo, que nos invita a parar, descansar y disfrutar de los saltos escalonados del río, o bien el de la derecha, camino que lleva hasta el pueblo de Villar del Puerto.
El paseo por el Faedo es increíble y su estado de conservación impecable, gracias a la labor de la Reserva de la Biosfera Alto Bernesga y a la dedicación de los vecinos de Ciñera, responsables por la construcción de todos los puentes, mina-homenaje, entre otras muchas labores que han realizado y que hacen con que este Faedo sea único. El pasaje de la ruta fue obra de los mineros. Lo hicieron durante la huelga de 2012 en gratitud al apoyo de las gentes de Ciñera en los cortes de la ruta y en el enfrentamiento con la policía.
Ficha de la Ruta al Faedo de Ciñera
Distancia: 5 km (ida y vuelta Ciñera-Faedo) 11 km recorrido completo.
Tiempo: 2 h, contando con las muchas paradas para fotos y disfrute.
Desnivel: 155 m.
Ciclabilidad: No.
Dificultad: Fácil, apto para cualquier persona.
Época recomendada: Todo el año, especialmente en otoño y primavera.
La Leyenda de la Bruja Haeda
Una vez me contó un abuelo, que hace muchos, muchos años, antes de que hubiera casas en el valle, cuando aún los hombres vivían al aire libre y los inviernos eran crudos y largos, vivía en el Faedo una bruja llamada Haeda.
Tenía poderes sobrenaturales, dicen que se los había otorgado el demonio pero este le advirtió: “Debes usarlos para hacer el mal, pues si haces el bien con ellos te consumirás y en tres días desaparecerás”. La bruja Haeda se frotó las manos y se preparó para hacer todo el daño que pudiera.
Entre La Vid y Santa Lucía vivía una familia: la madre, María, el padre, Miguel, y nueve hijos pequeños. Por el verano sembraban patatas, fréjoles y lechugas pues se daban muy bien y alimentaban a sus hijos pequeños. Pero cuando llegaba el invierno las cosas se ponían difíciles y no tenían dónde refugiarse. Por la noche subían a la cueva de los Infantes y allí se guarecían de la nieve y las heladas. Pero un día nevó y nevó. El viento soplaba la ladera de la montaña y estaba helada. Y por más que María y Miguel empujaban a sus hijos no conseguían llegar a la cueva mientras los niños resbalaban y volvían a caer.
Haeda estaba sentada en Berciegos, (bien es sabido que las brujas no tienen frío) y sintió escozor en el pecho al ver aquellos padres que no podían resguardar a los niños del frío. Usando sus poderes, arrancó un montón de piedras de las montañas y les prendió fuego.
Se pusieron rojas y chispeantes dando un calor agradable pero lo más milagroso es que duraron prendidas toda la noche. María y Miguel colocaron a sus hijos alrededor y durmieron toda la noche calentitos.
A la mañana siguiente había un gran montón de cenizas, ellos no se explicaban lo que había pasado. Aquel día siguió nevando, en el puerto había niebla, y el frío era insoportable. Haeda pensó que aunque les ayudara otro día aún le quedarían poderes, así que volvió a arrancar piedras de las montañas y las prendió fuego, haciendo una gran hoguera. Pasaron la noche calientes.
Por la mañana vieron mucha ceniza que guardaba brasas en sus entrañas, así que metieron patatas para que se asaran y los niños las comieran tiernecitas.
Haeda se miró en el arroyo y se vio envejecida y cansada, estaba agotada pero dispuesta a ayudarles un día más aún a costa de su vida, pero pensó que no sería suficiente, el invierno en estas tierras es largo y no podrían resistirlo.
Meditó la bruja buena y juntando todas las fuerzas que le quedaban hizo que todas las montañas del valle se llenaran de piedras que prendieran y dieran calor.
Vinieron muchas familias y fundaron un pueblo sobre las cenizas y le llamaron Ciñera.
Desde entonces ningún niño pasó frío por las noches. Haeda así lo quiso.
Dicen que Haeda se fue a morir al Faedo y dejó mechones de pelo blanco entre las hayas.