Las cuevas de Valporquero son uno de los tesoros de la provincia de León, y todo el que las visita, queda maravillado.
Valporquero, será siempre uno de los tesoros de León
«Conocerla, la Cueva la conocía todo el mundo en el pueblo porque había estado ahí desde que la montaña es montaña. Nosotros lo que hicimos fue atrevernos a entrar. Unos, con un bañador y una vela, hasta donde pudieron. Otros, ya con una barca hinchable, pero había que llevar parches por si se pinchaba, porque si no era imposible salir de allí. Y eso de los trajes de neopreno que llevan ahora, nada. La ropa más vieja que tuvieras en casa, para que si se manchaba o se estropeaba no pasara nada, unas botas de agua que había que vaciar cada vez que se llenaban (…) y mucha resistencia al frío, porque eso sí, frío se pasaba un rato».
La narracción de los primeros exploradores de la Cueva de Valporquero trajo la nostalgia a Vegacervera. La Diputación homenajeó a los ocho héroes que ayer hizo 50 años y que se atrevieron a poner en marcha uno de los destinos turísticos más importantes de la provincia de León, la Cueva de Valporquero.
Miguel Ángel Alonso Álvarez, Teófilo Alonso Prieto, Benigno Antonio Ponga Pérez, Onésimo González Reguero, Ignacio Medarde Agustín, Bernardino Lozano Hernández, Santiago Puertas Sangrador, Carlos Ruiz Muñiz y Ángel Rodríguez González.
El tubo del viento
«Los mozos y gente que no era de aquí ya venían a meterse al tubo de viento o a pasar la M de la cuevona», rememoró Carlos, procedente de Manzanares (Ciudad Real). «A mí me lo contó Santiago, que es de León y en 1965 preparamos la primera expedición. Pasamos el sifón a oposición y con la linterna en la boca», explicó. «Pero por lo que estamos aquí es por descubrir la Sima de las perlas en 1967, que dio origen a todo esto». Santiago recuerda verse «con la ropa de trabajo» bajando la Cueva. «El padre de un amigo nuestro trabajaba de conserje en el Casino de León, y hablaban de espeleología (por su relación con el Club Peñalba). Vinimos como aventura. La ilusión era hacer el sifón. Le dabas para arriba y pum, pum, pum… hasta que llegabas. La travesía estaba prohibida de arriba a abajo… y nosotros lo hicimos de abajo a arriba», bromeó. «Descubrirla fue un golpe de suerte. Este tenía que irse a Madrid al día siguiente, ya era el último día que podíamos intentarlo y nos pusimos a buscar al azar… y apareció».
En una bañera
Onésimo revive aquello «con mucha nostalgia. El primer lago intentaron cruzarlo con una bañera de niño. Se hundieron, claro. La ropa era incómoda, el movimiento casi imposible, no sé cómo lo hicimos. Las escalas eran de cuerda y palos, no teníamos metálicas al principio». Bernardino apenas tenía 16 años la primera vez que entró: «Todavía hago alguna travesía con la gente de Guheko para recordar la diferencia. Ese que hay ahí (señala un plano) es el primero que se hizo del curso de aguas. Había que usar un teodolito, remolcar todo el material y pasar una odisea».
Ya en público, Carlos Ruiz agradeció a la Diputación «la deferencia de honrarnos de esta manera» y glosó la figura de Teófilo Alonso Prieto: «Fue nuestro valedor». Benigno Ponga fue explícito: «Saber que fuimos los primeros, impresiona».