Imagínense yendo al trabajo, absorto en el móvil, el camino prácticamente en modo automático y casi sin mirar al frente, más pendiente de la pantalla del smartphone. Va pensando en un café y de repente…¡zas! Mierda pisada y mientras maldice su mala pata e intenta limpiarse como puede se resigna recordando el refrán que dice «pisar una mierda trae suerte», esta tarde hay que echar la lotería. El marrano mientras tanto sin dolor deja su regalito en la acera.
Si hace unos meses un perro grande, calificado por «dinosaurio» por algún vecino, traía de cabeza a los vecinos de Padre Isla que cada día tenían que esquivar las heces del can. Ahora el suplicio lo sufren los vecinos y viandantes de la céntrica calle de León Juan Lorenzo Segura. Esta mañana un gran excremento entorpecía en mitad de la acera.
La suerte del marrano
No es algo extraño, ni algo puntual (se puede pensar que un día se olvidaron o se acabaron las bolsitas para las caquitas). Casi a diario esta acera muestra el desagradable excremento. Algo que, a buen seguro, no se le pasa por alto al «acompañante» del perruno infractor porque de pequeño tamaño precisamente no es.
El poco civismo demostrado por esta actitud hace pensar en la sociedad en la que vivimos. ¿Qué ciudadano deja los excrementos por la calle? ¿Tanto cuesta agacharse y recoger las inmundicias depositadas por su «amigo perro»? Y otra cuestión, existe una ordenanza que regula estos hechos… ¿habría que establecer más sanciones? ¡Vaya suerte la del marrano! Menos mal que, de vez en cuando, hay alguna ducha pública en la calle.