El espacio denominado “Rincón de luz”, que el centro dedica a la iluminación minera, cambia en estos días su imagen para dar paso a parte de la colección de lámparas de mina que integran los fondos del museo.
El trabajo del minero siempre ha tenido como principal problema la ausencia de luz que existe en las galerías excavadas bajo tierra para extraer el mineral. En el inicio de la minería, eran las rudimentarias antorchas, o los sencillos candiles de aceite los que servían para romper a duras penas esta oscuridad.
Con el paso del tiempo los sistemas de iluminación fueron mejorando, tanto en duración como en seguridad. Pronto se hicieron populares lámparas de acetileno, aún peligrosas al tener su llama en contacto con la atmósfera siempre inestable de la mina, y hace unos doscientos años aparecieron las primeras lámparas denominadas “de seguridad”, que incorporaban sistemas que evitaban las deflagraciones al contacto de la llama con los gases, tales como redes metálicas, cristales, etc.
La introducción de las lámparas eléctricas en la mina, primero de mano y posteriormente de casco, supuso un extraordinario avance, que no sólo evitó cientos de muertes, sino que facilitó las condiciones de trabajo de los mineros, al iluminar más y ser mucho más manejables.
El museo, consciente de la importancia de la iluminación minera, ha ido conformando a lo largo de estos años una colección propia de lámparas de mina, que abarca los tipos más comunes usados a lo largo de la historia en todas las minas del mundo. La colección incluye los sistemas más modernos usados actualmente en el trabajo minero.
Candiles, lámparas de acetileno, lámparas tempestad, lámparas de seguridad, lámparas eléctricas de mano y lámparas eléctricas de casco, ocuparan el Rincón de Luz a lo largo de los próximos meses para que los visitantes del museo puedan conocer uno de los aspectos más importantes del trabajo minero.
La exposición puesta en marcha por la Consejería de Cultura y Turismo se puede ver de forma gratuita en el horario del museo.