El teatro Dolby y el mundo entero apenas podían contener la risa cuando Warren Beatty y Faye Dunaway salieron de nuevo a presentar el Oscar a la mejor película. Esta vez no hubo duda. La forma del agua, una historia de amor con un monstruo, una protagonista muda y una ambientación siniestra, es la película del año para la Academia de las Ciencias y las Artes Cinematográficas. Y está dirigida por un mexicano, Guillermo del Toro, que además se llevó el premio al mejor dirección.
El oscar de Del Toro por La forma del agua es el cuarto para un director mexicano en los últimos cinco años. Del Toro ha conquistado la élite de Hollywood con una fábula con todos los elementos para no haberse hecho nunca, como bromeó desde el escenario. “Soy un inmigrante, como mis compadres y como muchos de vosotros”, dijo. La película tiene además cierto simbolismo sobre la aceptación del otro. “Una de las mejores cosas que hace nuestra industria es ayudar a borrar las líneas en la arena”, dijo Del Toro. Sobre el escenario se oyó “viva México” y también “viva Latinoamérica”.
Es difícil recordar una edición de los Oscar en la que los premios a la mejor interpretación no tuvieran ninguna emoción. Ninguno de ellos. Los premios para Sam Rockwell (Tres anuncios en las afueras), Allison Janney (Yo, Tonya) en las categorías secundarias, y para Gary Oldman (El instante más oscuro) y Frances McDormand (Tres anuncios) en las principales, fueron prácticamente por aclamación, después de que los cuatro hubieran ganado todos los premios de la industria.
Jimmy Kimmel, que regresaba como maestro de ceremonias a los Óscar, aprovechó su felicitación a Del Toro y La forma del agua para abordar los escándalos sexuales: «Gracias a Guillermo recordaremos por siempre este año como el año en el que los hombres la cagaron tanto que las mujeres empezaron a salir con peces», señaló. «El mundo nos está mirando. Tenemos que dar ejemplo», dijo Kimmel, en tono más serio, al sostener que «Me Too» y «Time’s Up» están consiguiendo «un cambio positivo».