Hacemos un viaje en el tiempo y un recorrido por las callejuelas del casco histórico para conocer cómo eran los negocios de hace un siglo, esos que en León aún conservan su esencia y son prueba fehaciente (y en algunos caso centenaria) de que lo auténtico no sólo resiste, sino que gusta. ¡Y mucho!
Nos acercamos a conocer los establecimientos centenarios (o casi) que mantienen la esencia de una ciudad que prefiere mantenerse firme frente a las modas y las decoraciones estandarizadas.
FARMACIA MERINO
No tiene pérdida esta farmacia situada en el número 3 de la calle Ancha de León. Y no sólo porque esté en una de las calles principales de la ciudad o porque se pueda seguir el rastro de los turistas que entran cada día a fotografiarla, sino porque su fachada aún conserva el aspecto noble que le aporta el mármol de carrara utilizado por la Escuela Taller de León durante su rehabilitación a finales de los años 80.
La Farmacia Merino, la más antigua de León, fue fundada por Gregorio Felipe Merino en 1827 pero no en su ubicación actual, sino en la antigua calle Nueva (hoy Mariano Domínguez Berrueta) para posteriormente trasladarse a los soportales frente a la catedral. Fue la tercera generación familiar, Fernando Merino, quien se encargó de instalar la botica en su ubicación actual a principios del siglo pasado.
Gobernador del Banco de España, ministro de la Gobernación y primer conde de Sagasta, Fernando Merino fue un personaje destacado de la vida social e intelectual leonesa y creador de la Sociedad Leonesa de Productos Químicos, que se dedicaba a la elaboración de, entre otras fórmulas magistrales, las pastillas pectorales Merino (las primeras que se fabricaron en España) .
Su actual propietaria, María José Alonso Núñez, la heredó en los años 80 de su padre –quien se la había comprado a un prestamista en 1934– y ha sido la responsable de que este pedazo de memoria histórica de León haya llegado con su aspecto original hasta nuestros días.
Fue Juan Madrazo, el arquitecto restaurador de la catedral, quien ideó tanto el artesonado como la anaquelería de nogal tallado y sus 32 columnas, cada una de ellas con motivos de una planta medicinal diferente. Detalles que hoy asombran con su perfección y que se acompañan de otros elementos decorativos igual de auténticos, como los candelabros, la caja registradora, los muebles del despacho, un autoclave para esterilizar o los frascos de cerámica y cristal que aún contienen extractos, plantas, hierbas, jarabes y hasta productos como el coral.
Destacan también unas vitrinas de forja coronadas con las iniciales SLDEPQ (Sociedad Leonesa de Productos Químicos), que según nos cuenta María José viajaron hasta Alemania para una de las exposiciones mundiales del siglo XIX y regresaron con premio.
JOYERÍA ESPAÑOLA
Aunque todos la conozcan como joyería Alejandro Morán Marcos –el nombre de su actual propietario y tercera generación de un negocio que no ha cambiado de ubicación desde el año 1939–, la que oficialmente se trata de la joyería Española es todo un referente en el centro de León (Teatro, 2) .
Su historia está ligada a la de tres Alejandros Morán: Diez, el abuelo, Robles, el padre y Marcos, el nieto. Y, aunque unos pocos años llegaron a trabajar en ella juntos a seis manos, sus realidades han sido bien diferentes.
El primero fue quien se encargó de convertir durante la postguerra un minúsculo bar junto a la calle la Rúa en una relojería de prestigio en la que también se vendían máquinas de coser. Para ello se formó mirando a un amigo por encima del hombro… pero literal, sin dobles sentidos, aprendiendo un oficio nada sencillo, y mucho menos si tenemos en cuenta por aquel entonces los arreglos de relojería se hacían a la luz de las velas.
El segundo vivió la edad dorada del oro, valga la redundancia, aquellos años 70 en los que las joyas y los excesos no sólo eran bienvenidos, sino que te posicionaban socialmente. Y el tercero resiste en un momento en el que lo habitual en León es cerrar cualquier tipo de negocio para montar un bar, un regreso al pasado que en este caso nos daría mucha pena y disgusto.
Si esto llegase a ocurrir, que esperemos que no, siempre nos quedará el reloj de Llamas de la Ribera para recordarnos que un trabajo relojero artesanal, meticuloso y serio puede aguantar (desde los años 60) los avatares del tiempo.
TRIPICALLERÍA
Reza una pequeña placa en la entrada del la Tripicallería de la calle Azabachería: “Nieto de Froilán Blanco. Casa Fundada en 1948”. Un mensaje con el que Cristóbal Blanco rinde tributo a una profesión familiar –de la que él es ya la tercera generación– y que consiste en abastecer de todo lo necesario para que los artesanos del embutido puedan elaborar esos manjares tan típicos de la gastronomía leonesa.
Manteca, sal, sangre (sí, la morcilla tradicional la requiere) , especias y tripas, muchas tripas. Metros y metros de tripas tanto naturales (de cerdo y de vacuno) como artificiales que darán forma y ayudarán a la curación de chorizos, salchichones y otras chacinas.
Porque sin este poco agraciado elemento –que se muestra inflado en el escaparate para indicar sus diferentes medidas y que Cristóbal mide sobre el mostrador y corta con las manos como si de un lazo de una mercería se tratase– sería imposible preparar estas piezas de carne embutida y condimentada.
También vende pimentón (dulce, picante y agridulce) empaquetado y a granel Cristóbal, quien asegura: “siempre ha de ser de La Vera, eso es sagrado para elaborar embutidos de calidad”. De nada sirve haber comprado una carne de primera si luego vamos a ‘racanear’ en otros ingredientes que en el fondo son igual de importantes.
Y aunque es cierto que, tal y como nos confiesa Blanco, elaborar embutidos de manera artesanal es más caro que comprarlos hechos en una tienda especializada (lo que ha provocado un descenso de ventas en los últimos años) , quienes hemos tenido la suerte de haber probado estas exquisiteces caseras sabemos que un sabor nada tiene que ver con el otro.
Así que puede que haya llegado el momento de animarte por primera vez a preparar tus propios chorizo, morcilla y salchichón. Y si no tienes muy claras las medidas precisas, no hay problema, Cristóbal te asesorará (en función de los kilos de carne comprada) y te venderá todo aquello que precises para que este año puedas presumir de aperitivos tradicionales y caseros.
CASA DE LOS LABRADORES
Aunque las alpargatas que vende Avelino Fernández Rubio en la Casa de los Labradores provienen del pueblo riojano Cervera del Río, lo cierto es que en 1928 era la señora Aurelia quien se encargaba de fabricarlas a mano en este mismo local ubicado junto a la Plaza Mayor de León (Santa Cruz, 2) . De hecho, tal y como nos cuenta el propietario (el negocio pertenece a su familia desde los años 60) , a principios del siglo pasado había varios locales alpargateros en la misma calle.
Sin embargo, la Casa de los Labradores es mucho más que una alpargatería, si tenemos en cuenta que venden desde productos para el campo hasta ropa de trabajo, pasando por artesanías como cestas de castaño o almadreñas(calzado tradicional de madera que se fabrica de una sola pieza) .Fachada de la Casa de los Labradores.
Zapatillas de andar por casa, cinturones de cuero hechos por el propio Avelino, cencerros de metal, semillas de jardín, corchos para botellas, cuerdas… todo lo que te puedas imaginar cabe en unas deslucidas estanterías de metal que están a punto de cambiar para darle a la tienda el aspecto rural y artesanoque se merece.
EL SERRANILLO
En manos de la tercera generación se encuentra uno de los comercios más tradicionales de León: El Serranillo, un ultramarinos situado en el número 4 de la Plaza del Conde Luna en el que comprar todo tipo de pimentón y encurtidos, así como bacalao de Feroe, conservas, vino y productos típicos de León.
Su historia comenzó en 1926, cuando Tomás Hernández y su mujer, Simona Hernández, llegaron atraídos desde su pueblo abulense por la prosperidad de la ciudad de León y desembarcaron en un puesto del mercado de la Plaza del Conde Luna, cuyo trasiego de gente ven hoy sus herederos cada día pasar (mucho más los miércoles, cuando hay ‘plaza’ (mercado) en la Plaza Mayor de León) desde su nueva ubicación a través del escaparate.
Sus aceitunas artesanas, rellenas una a una a mano de bonito del norte, anchoa de Santoña, mejillón o queso manchego, son conocidas por su exquisita calidad (siempre aliñadas con aceite de oliva virgen DOP Jaén) y el ambiente que se respira en la tienda es tan natural como todos aquello que exponen en sus estanterías de madera adornadas con puntilla blanca.
CASA BENITO
100 años cumplió la emblemática taberna Casa Benito en 2015, un aniversario que fue empañado dos años después por la muerte de Alfredo Méndez Blanco, alma –aunque no mater, ya que él era la segunda generación– de este establecimiento que antes fue ultramarinos, restaurante y hasta pensión.
Por este bar de toda la vida que también es administración de Loterías y Apuestas del Estado (con mesas corridas y bancos de madera y carteles vintage en los que se mostraban los resultados de la quiniela de fútbol **) ** han pasado desde personalidades locales como el premio Cervantes Antonio Gamoneda hasta otros a nivel nacional como el primer presidente del Gobierno de la democracia, Adolfo Suárez. En el ámbito internacional destacan nombres como el cineasta Stanley Kubrick o la mítica banda música heavy Scorpions.
Aunque quizás a quien más impactó su autenticidad fue al escritor Francisco Umbral, quien en los años 60 le dedicó unas ‘bellas’ palabras que hablaban de su ubicación: «En el más distante ángulo de la plaza Mayor», aquél donde se abren las escalerillas (…) estrechas, empinadas, suicidas, que descienden bajo la Santísima Virgen que hay en la hornacina, encomendadas a ellas para no romperse la crisma».
No obstante, las escalerillas que más nos gustan de Casa Benito son las que nos llevan a los leoneses avezados hasta su terraza ‘secreta’, de las pocas que hay en el barrio Húmedo para disfrutar del buen tiempo en León, que aunque no te lo creas existe, y no es un espejismo, como tampoco los son estos negocios centenarios (o casi) que atesoran nuestra esencia y memoria histórica.