Uno de los motivos por los que me fascinan las lagunas de montaña es su gran biodiversidad. Al tratarse de masas de agua ubicadas en lugares en los que esta no es precisamente abundante, representan auténticos reductos donde la fauna local encuentra el alivio de disponer de un abrevadero natural. También posibilitan el desarrollo y la supervivencia de plantas y animales que viven estrechamente ligados al agua, completando entre todos el complejo rompecabezas que son, en realidad, estos ecosistemas, unos de los más frágiles y vulnerables de nuestras montañas.
Las lagunas de la cordillera Cantábrica
En la cordillera Cantábrica las lagunas suelen ser pequeñas, de aguas limpias y poco profundas. Lo que permite que el fondo reciba una insolación abundante. Gracias a lo cual es habitual que en él enraicen diversas plantas acuáticas.
Todos estas circunstancias se aúnan en las lagunas de montaña, dando forma a los escenarios adecuados para que diversas especies de anfibios encuentren aquí su hábitat ideal. En ellas viven durante varios meses al año, al menos mientras cumplen con su proceso reproductor, que en general podría describirse como complejo y delicado.
El tritón alpino
Uno de estos animalillos es el tritón alpino (Ichthyosaura alpestris), el más pequeño de los tritones ibéricos. Tiene una distribución bastante amplia por todo el territorio centroeuropeo, aunque en la Península Ibérica sólo está presente, de forma natural, en las montañas del norte.
Apenas tiene una longitud de 10-11 centímetros, incluso algo menos en el caso de los machos. Su dorso es oscuro, lo que le permite pasar desapercibido al transitar sobre el fondo de las lagunas, mientras que su vientre es marcadamente rojo o anaranjado. Entre ambas regiones se extiende una franja blanquecina o azulona, que en ocasiones exhibe un moteado oscuro, al igual que la garganta, el rostro y las extremidades.
En el caso de los machos, todos estos colores se ven acentuados durante el celo, periodo en el que además desarrollan una cresta dorsal bastante conspicua -no por su tamaño, sino por su aspecto jaspeado- que recorre su anatomía desde la nuca hasta el extremo de la cola.
El ritual del tritón alpino
El celo marca, precisamente, el momento en el que el macho y la hembra representan un complejo y llamativo cortejo, un ritual en el que no se tocan, pero que alcanza el objetivo de conseguir una puesta fecundada, totalmente preparada para dar origen a una nueva generación.
Estos anfibios, que huyen de las corrientes de agua y del bullicio, viven tranquilos en las lagunas cantábricas. Sólo piden que no se los moleste, ya que ellos no van a hacer nada que pueda ofendernos: no pican, no muerden (al menos no a algo del tamaño de un humano), no poseen veneno alguno, no atraen la mala suerte ni encarnan a algún ser pernicioso. A pesar de todo ello, estos animales siguen siendo objeto de grandes desprecios, todos injustificados. Muchos los perciben como seres monstruosos, pero distan mucho de serlo. Lo cierto es que de nosotros no pueden defenderse, así que ante el hallazgo de este o de cualquier otro anfibio ibérico, nuestra es la decisión de transformar la situación en una hermosa y respetuosa experiencia. O, por el contrario, de transformarnos en auténticos monstruos que den al traste con la bella historia que, desde hace mucho tiempo, se escribe día a día en unas lagunas que no son nuestras. Los anfibios no están pasando por su mejor momento, y cada uno de nuestros actos puede marcar la diferencia.