Una de las mayores sorpresas que custodian las turberas cantábricas es la presencia reiterada de polen de pino, así como de restos de madera de estos árboles. Pero lo llamativo es que aparecen en niveles relativamente profundos. Además, han podido ser datados y que arrojan una edad de hasta 11.000-10.000 años, coincidiendo con el final del Pleistoceno y el inicio del Holoceno. Te mostramos un paseo entre hayedos y pinares por los alrededores de León.
La evolución de la vegetación en la cordillera Cantábrica a lo largo de los últimos miles de años
Este dato, así como otros muchos recopilados en las mismas turberas, permiten obtener una visión muy clara de la evolución de la vegetación en la cordillera Cantábrica a lo largo de los últimos miles de años.
Para empezar, por aquel entonces, a principios del Holoceno, los pinares debieron ocupar amplias superficies de la cordillera Cantábrica. Posteriormente, la remisión de las condiciones frías propias de la última glaciación favoreció la expansión de algunas especies planifolias, como los robles, que sustituyeron a los pinares en diversas zonas de la cordillera (hecho que ha quedado registrado como una progresiva disminución de la cantidad de polen de pino, paralela a un aumento de la de polen de roble).
Con el tiempo, otras especies caducifolias (serbales, abedules, avellanos y algunas más) también mostraron una notable expansión y, donde las condiciones eran favorables, formaron bosques mixtos junto a los robles.
Por su parte, las hayas permanecieron relegadas a lugares puntuales, lejos de las condiciones frías que aún imperaban, aunque bastante atemperadas, en la alta montaña. Pero hace unos 3.000 años, la mejoría climática permitió que esta especie se expandiera desde su pequeña área de distribución, colonizando buena parte de la cordillera de un modo muy rápido, tal y como demuestran los registros polínicos. Es probable que este proceso contase también con efectivos procedentes de centroeuropa, donde los hayedos se estaban expandiendo a buen ritmo. En muchos lugares, especialmente en las laderas orientadas al norte (umbrías o “abesedos”), los hayedos reemplazaron a los robledales, a lo que también contribuyó la fuerte presión humana sobre este último tipo de bosque, ya que la madera de roble ha sido objeto de explotación durante milenios.
Los hayedos y pinares
En la actualidad, gran parte de la superficie forestal cantábrica está constituida por hayedos. Los robledales y los bosques mixtos ocupan zonas que, por sus condiciones ambientales, resultan menos favorables para el haya. Por su parte, los pinares naturales apenas están representados en algunas zonas como el Alto Porma, donde constituyen valiosos vestigios de los bosques del pasado. Un ejemplo es el Pinar de Lillo, una auténtica joya viviente que se extiende al oeste del Puerto de Las Señales.
El análisis del polen obtenido en las distintas turberas presentes en un radio de varios kilómetros le atribuye una edad mínima de 4.000 años. Se trata de un pinar relicto que sobrevive en un lugar en el que las condiciones climáticas son bastante extremas. Por ello, ninguna otra formación forestal ha sido capaz de desplazarlo. Podría considerarse que en el valle del Pinar se mantienen, aunque muy suavizadas, las condiciones frías e inhóspitas que imperaron en toda la cordillera hace miles de años y que solo los pinos pueden soportar (aunque también resultan determinantes el tipo de suelo y la inclinación de las laderas).
Es uno de los pocos pinares naturales que se conservan en el noroeste peninsular. Por tanto, ha sido declarado como zona de reserva dentro del Parque Regional de la Montaña de Riaño y Mampodre. Siendo obligatorio contar con autorización para acceder a él. Es un bosque bello y único, y su valor científico es incalculable, por lo que nuestra actitud hacia él debería ser la de “se mira, se admira, pero cuidado si se toca”.
Pinar de Lillo desde el pico del Lago (Puerto de Las Señales, León). Los relieves cuarcíticos del fondo corresponden al pico San Justo y a la Sierra de Sentiles (sector del Puerto de San Isidro).