Un fuerte estruendo, sin aviso previo, y el parabrisas delantero derecho se ha roto en pleno vuelo a 32.000 pies de altura. El copiloto fue entonces succionado.
Con medio cuerpo fuera, solo lo sujetaba su cinturón, que lo salvó de salir despedido del avión. La tripulación se apresuró a sujetarlo a la fuerza.
Fue una labor complicada en la cabina, que se tornó en un espacio huracanado y congelado, ya que la temperatura descendió hasta los 40 grados bajo cero. Mientras en la cabina de pasajeros se respiraba el pánico porque las mascarillas de oxígeno se descolgaron.
«Las luces de repente se apagaron. Un asistente de vuelo y su carro se levantaron en el aire y luego cayeron al suelo», cuenta un testigo. Una azafata resultó herida, y los pasajeros relatan cómo escucharon un estruendo: «De repente oí una explosión de la parte superior del avión, muy fuerte».
«La ruptura de los cristales delanteros es un hecho muy poco frecuente. Es la segunda vez en la historia que ocurre», ha afirmado Javier Martín Chico, portavoz del SEPLA. Y cuando ocurre el avión tiene que descender bruscamente. Dice la aerolínea que la tripulación tomó medidas rápidas y eficaces durante el incidente, y con seguridad llevaron el aparato hasta Chengdu donde aterrizó de emergencia.
Una labor complicada, dado que el piloto había perdido la comunicación y parte de las funciones del aparato. Su compañero, el copiloto de 27 años se recupera en el hospital de las heridas.