El papa Francisco beatificará a una agustina misionera leonesa

El obispo de León, Julián López, acaba de hacer pública una Carta Pastoral en la que manifiesta “el gozo y la esperanza” con los que toda la Diócesis ha recibido la noticia de que el papa Francisco acaba de autorizar la publicación del decreto que reconoce el martirio de la hermana Esther Paniagua, agustina misionera natural de Izagre, que el día 24 de octubre de 1994 fue asesinada en Argel (Argelia).

Junto con esta misionera leonesa, también perdía la vida aquel domingo en el que se celebraba la Jornada del Domund en Argel la hermana Caridad Álvarez Martín, burgalesa, víctimas ambas «mártires de un crimen por odio a la fe que acaba de reconocer la Santa Sede y en el que también se declara mártires a monseñor Pierre Claverie, obispo de Orán, y a 18 sacerdotes y religiosos asesinados en Argelia entre 1994 y 1996 por el mismo motivo.

La hermana Esther Paniagua nació en la localidad de Izagre en el año 1949. Era la mediana de tres hermanas y a los 14 años dejó su pueblo natal para estudiar en el colegio de las Agustinas Misioneras de Logroño, donde completó su formación inicial antes de recalar en León, donde pasaría a formar parte de la Comunidad de las Agustinas Misioneras y a completar sus estudios en la especialidad de Enfermería en la Obra Hospitalaria Nuestra Señor de Regla.

Desde León, en el año 1974 partió para la misión en Argelia, donde trabajó como enfermera especialista con niños discapacitados que se referían a ella como «nuestro ángel». Tras pasar el verano del año 1994 en su localidad natal de Izagre, el 30 de agosto se despidió de su familia y partió para seguir con su misión en Argelia, donde ya se vivía entonces un claro ambiente de hostilidad que había llevado días antes del ataque que acabaría con su vida al cónsul de España en Argel a visitar a la comunidad de Agustinas Misioneras para invitar a las religiosas a refugiarse en la sede diplomática.

En en ese escenario de violencia que ya se había extendido por Argelia, el día 24 de octubre, cuando acudía a la celebración eucarística de la Jornada Mundial de la Misiones-Domund, que tenía lugar ese mismo, la hermana Esther Paniagua perdió la vida asesinada a tiros en las calles de Argel.

La noticia del asesinato causó una conmoción general en la Diócesis, con un duelo que se vivió de manera directa en la localidad de Izagre, donde residían los padres de la religiosa, conmoción que se trasladó a la multitudinaria misa de funeral que acogió la catedral el día 26 de octubre, presidida por el entonces obispo de León, Antonio Vilaplana, y en la que se pudo escuchar el emocionado testimonio de Nicasio Paniagua, padre de la misionera asesinada, antes de que los restos mortales de la fallecida recibieran cristiana sepultura en el cementerio de León.

Aunque se desconoce cuándo y dónde se va a celebrar la ceremonia de beatificación, el obispo de León asegura en su Carta Pastoral que «me ha parecido oportuno dar a conocer cuanto antes esta importante noticia que viene a aumentar el santoral de nuestra Diócesis precisamente en este Año Pastoral Diocesano Vocacional» al tiempo que expresa «a los familiares de la nueva beata, al pueblo y parroquia de Izagre y a la congregación de las hermanas Agustinas Misioneras la paz, la alegría y la esperanza que nos ha producido esta noticia».

Un sentimiento con la Iglesia de León compartido con la Iglesia de Argelia y con la «expresión exultante de gozo» que hicieron pública los obispos de este país del Magreb africano por «la gracia que se nos concede de poder hacer memoria de nuestros 19 hermanos y hermanas como mártires, es decir, como testigos del amor más grande, aquel que da la vida por aquellos a los que ama». Un comunicado en el que los obispos de Argelia recuerdan que «ante el peligro de una muerte que se extendía por todo el país, nuestros hermanos y hermanas optaron, aún a riesgo de sus vida, por vivir hasta el extremo los lazos de fraternidad y de amistad que habían tejido con sus hermanos y hermanas argelinos a través del amor, lazos de fraternidad y amistad que fueron más fuertes que el miedo a la muerte».

«Cada uno murió porque, con la ayuda de la Gracia, había elegidos permanecer fiel a aquellas y aquellos que la vida del barrio y los servicios compartidos habían hecho sus prójimos. Su muerte reveló que su vida estaba al servicio de todos: de los pobres, de las mujeres en dificultad, de los discapacitados, de los jóvenes, todos ellos musulmanes», concluyen los obispos argelinos en este comunicado en el que reconocen directamente la entrega total de Esther Paniagua desde su labor como enfermera entregada a la atención a los niños discapacitados.

Maria Ortiz

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