Con más 60 posibles asesinatos a sus espaldas, Lisboa también forma parte de ese club de ciudades que cuenta con uno de esos temibles asesinos que, con solo pronunciar su nombre, atemorizaba a todos, al más puro estilo de «Jack el Destripador» en Londres.
Se trata de Diogo Alves, un gallego popularmente conocido como «El asesino del acueducto», porque asaltaba y robaba a sus víctimas en la pasarela del señorial Acueducto de las Aguas Libres, en 1840, uno de los principales accesos a Lisboa en aquella época. «Daba a sus víctimas un golpe en la cabeza, les robaba y luego les tiraba desde arriba del acueducto para simular un suicidio», explicaba a EFE en 2014 Anabela Natário, historiadora y periodista que publicó una novela sobre sus crímenes, «O Assassino do Aqueduto»
Los más sorprendente es que su cabeza se conserva en la Facultad de Medicina de la Universidad de Lisboa. Una imagen desconcertante que llama la atención cuando los visitantes entran en su sala anatómica. Allí está, la testa de Alves, conservada en formol y con un color amarillento, intacta y en un tarro a la vista de todos.
Al principio, las autoridades confundieron los asesinatos con suicidios, tal y como quería el delincuente, porque el acueducto, con los 65 metros de altura que alcanza en su punto más elevado, era un lugar al que solían acudir quienes querían poner fin a sus vidas. Pero los portugueses pronto se dieron cuenta de que aquella ola de suicidios no era normal y empezó a correr el rumor sobre un asesino en serie llamado Diogo Alves. Aterrorizados, los lisboetas comenzaron a asustarse y se encerraban en sus casas de noche.
Su cabeza
Los científicos portugueses de la época no pensaron igual y, asombrados por su crueldad y vileza, decidieron guardar su cabeza en un bote de formol con el fin de estudiarla y analizar las raíces de su maldad. Después de más de 150 años, la cabeza de Diogo Alves se encuentra todavía conservada en un bote en las estanterías de esta Facultad de Medicina de la Universidad de Lisboa.
La leyenda del «Asesino del acueducto» fue una de las más populares entre los lisboetas durante décadas. Pero con el paso de los años ha ido perdiendo su impacto y poco a poco cayó en el olvido entre algunos de los habitantes de la capital.