En una de las calles principales, de entre las pocas que quedan en Burón (León), hay una línea invisible divisoria. Es la que separa a sus vecinos de ser desalojados o no.
Hace tres décadas, el 80% de los habitantes del pueblo fueron expropiados debido a la construcción del pantano de Riaño. Muchas de las casas fueron derribadas, pero 22 inmuebles quedaron en pie y han seguido habitadas de forma regular o intermitente por los descendientes de antiguos propietarios o por nuevos vecinos.
Tras una reciente revisión catastral, la Confederación Hidrográfica del Duero, que ostenta la titularidad de los inmuebles, les pide ahora que se marchen. «No nos pueden decir esto es mío y lo tiro. Es más el valor sentimental que otra cosa», se lamenta Porfirio Díez, alcalde de la localidad, de unos 320 habitantes.