El lago Ausente, un lago glaciar rodeado de misterio en la montaña leonesa
En la montaña leonesa a 1.750 metros de altitud, en uno de los extremos del parque Regional de la Montaña de Riaño y Mampodre, en León, está el lago Ausente. Un lago de origen glaciar de 15 metros de profundidad cuya agua, según el día, se puede ver turquesa o azulada, influenciada por el clima o por los rayos del sol. A pesar de su altura y ubicación, escondido junto a la peña Requejines, el acceso al lago es bastante sencillo. Apenas son 3 kilómetros a través de un camino ancho y cómodo con un desnivel de 150 metros.
Para poder acceder al lago tendremos que dirigirnos a Puebla de Lillo, más concretamente al aparcamiento de Cebolledo, en la estación de esquí de San Isidro. Es desde aquí donde se inicia y termina esta sencilla ruta por la alta montaña leonesa. Los 3 kilómetros solo idos no te llevarán ni una hora completarlos. Se trata de una ruta apta para ir con los peques de la casa y con tus fieles compañeros caninos.
La senda rodea el macizo de Requejines, regalando al senderista unas visuales de las que dejan huella en la retina y en el alma. Durante los primeros dos kilómetros y medio notaremos un ligero desnivel que nos obliga a ascender en primer lugar para, posteriormente, volver a descender. El esfuerzo es mínimo. Tras este primer tramo, que ocupa las dos primeras partes de la ruta, se llega a una bifurcación donde deberemos tomar el camino de la derecha. Es aquí cuando el sendero nos requiere un nivel más de esfuerzo para subir la única pendiente de consideración de la ruta. Un esfuerzo más que recompensado cuando se llega a la base del lago Ausente.
El paraje es exclusivo, un paraje inigualable y que gusta a todos los visitantes de la zona. Es un placer para los escaladores y los alpinistas, pero, también para los esquiadores que les gusta visitar la estación de esquí de San Isidro en verano para disfrutar de la naturaleza y el aire puro. Estamos frente a uno de los lagos de origen glaciar más bonitos de la cordillera Cantábrica. Un lago con una silueta que dibuja un círculo casi perfecto y con unas aguas de tonos verde turquesa en los bordes y azulones en su zona central.
La terraza sobre la que se asienta regala unas impresionantes vistas del valle de Isoba y de San Isidro. Un entorno salvaje y tranquilo donde reina el silencio y en el que, si acompaña la niebla, se percibe un cierto aire de misticismo que lo dota de un encanto aún más especial. Al ser un espacio protegido está prohibido el baño, así como arrojar cualquier sustancia que pueda alterar el ciclo natural del lago.