El tiempo en el que la hegemonía del dólar estadounidense era incuestionable está pasando a mejor vida. Parece que se vislumbra un final para esa preponderancia incuestionable que ha durado algo más de medio siglo, donde cada movimiento económico o político global giraba en torno a esta divisa.
En los últimos años, voces cada vez más firmes, desde líderes mundiales hasta tecnólogos y economistas independientes, han comenzado a plantearse una pregunta que suena a ciencia ficción, pero que ya se debate en los despachos de poder: ¿es posible que el bitcoin se convierta en una alternativa real al dólar como moneda de intercambio global? Este tipo de dinero, junto al Yuan Chino, el Euro, el Rublo o el BRICS, suena como fuerte candidato para ir restando poder a la decadente moneda estadounidense.
En relación a las criptodivisas, cabe decir que la idea no es nueva, pero ha cobrado fuerza en un contexto marcado por sanciones económicas, guerras comerciales, inflación creciente y una evidente necesidad de diversificación monetaria. Países como Rusia, China, Irán o Brasil han comenzado a explorar mecanismos para comerciar sin pasar por el dólar. Al mismo tiempo, el interés por el bitcoin ha ido en aumento. Aunque su uso todavía no está generalizado en el comercio internacional, su capacidad de operar al margen de bancos centrales lo convierte en un actor potencialmente disruptivo muy interesante.
A mediados de marzo de 2025, el bitcoin precio rondaba los 70.000 dólares, un nivel que, lejos de asustar, confirma su creciente consolidación como activo financiero serio. Aunque, desde cierta perspectiva, pueda parecer solo especulación, no es así. Cada vez más empresas multinacionales lo aceptan como medio de pago, fondos soberanos experimentan con él como cobertura y economías emergentes comienzan a plantearse si el bitcoin puede ser una herramienta para ganar soberanía financiera y dejar el sometimiento de un dólar, cada vez más débil.
La desdolarización avanza, pero con cautela
Es constante, desde el año 2022, las noticias sobre desdolarización se han vuelto cada vez más frecuentes. El bloque BRICS, el sistema más fuerte al que se enfrenta la moneda estadounidense, por ejemplo, ha planteado la creación de una moneda común para el comercio entre sus miembros, con el objetivo explícito de reducir la dependencia al dólar. A finales de 2023, Rusia y China aumentaron sus acuerdos de comercio bilateral en yuanes y rublos, y se estima que más del 60% de sus intercambios ya se realizan sin recurrir al dólar.
Por su parte, en América Latina, Argentina y Brasil han puesto sobre la mesa la posibilidad de usar monedas regionales o digitales para facilitar transacciones bilaterales. Mientras tanto, El Salvador sigue siendo el único país que ha adoptado el bitcoin como moneda de curso legal, pero otros, como la República Centroafricana, también han mostrado interés. El debate está abierto y, aunque aún marginal, el bitcoin se posiciona como una opción que algunos países consideran seriamente.
Como elemento clave para que el bitcoin sea interesante para los países es que no necesita permiso, es decir, puede ser utilizado libremente en transacciones internacionales sin la intervención de terceros, en contraposición clara a lo que ocurre con las monedas emitidas por bancos centrales.
Esta neutralidad tecnológica lo hace atractivo para países sancionados por la política exterior estadounidense o con sistemas financieros frágiles. De hecho, informes recientes del Fondo Monetario Internacional advierten que la falta de regulación clara sobre criptomonedas podría facilitar su uso en flujos de capital no supervisados. Sin embargo, eso no es necesariamente negativo desde el punto de vista de las naciones que buscan mayor autonomía.
¿Puede el Bitcoin convertirse en una moneda de intercambio global?
La respuesta corta es: aún no, pero ya está recorriendo el camino que puede hacerlo posible. Para que el bitcoin reemplace o compita de verdad con el dólar como moneda global, necesita superar algunos retos evidentes: volatilidad, escalabilidad, regulación y adopción. Sin embargo, también cuenta con fortalezas difíciles de ignorar: descentralización, resistencia a la censura, seguridad criptográfica y una comunidad de usuarios cada vez más amplia.
Actualmente, el volumen diario de transacciones en bitcoin supera los 10.000 millones de dólares, una cifra modesta en comparación con el mercado de divisas tradicional, pero significativa si se considera que se trata de una red sin intermediarios ni infraestructura bancaria. Además, con la incorporación de Lightning Network, las operaciones son cada vez más rápidas y baratas, facilitando su uso en pagos cotidianos e incluso en el comercio entre empresas.
Un reciente artículo de Reuters confirma que varias compañías en África, Asia y América Latina ya están usando bitcoin para pagos transfronterizos, especialmente en sectores donde el acceso a dólares es limitado o costoso. En este sentido, el bitcoin ya está cumpliendo una de sus funciones más prometidas: ser una moneda sin fronteras.
África se anticipa, cuando la necesidad acelera la innovación
Quizá uno de los laboratorios más interesantes de esta transición silenciosa hacia la desdolarización con criptomonedas esté en África. Países como Nigeria, Ghana o Kenia han visto cómo su población adopta masivamente el bitcoin para remesas, comercio y ahorro, en parte por la inestabilidad de sus propias monedas y las restricciones impuestas por gobiernos y bancos.
En concreto, en Nigeria, donde el acceso al dólar está racionado, se calcula que más del 35% de los jóvenes urbanos ha utilizado el bitcoin al menos una vez, según datos de Chainalysis. Además, plataformas como Paxful o Binance P2P se han convertido en mercados paralelos que compiten directamente con los sistemas financieros tradicionales. En este contexto, el bitcoin no es un lujo tecnológico: es una necesidad práctica.