Un interno del Centro Penitenciario de Asturias, cuya muerte había sido certificada por los servicios médicos, en realidad estaba vivo.
La noticia ha causado una gran conmoción en la macroprisión asturiana, ya que al recluso, G.M.J., iba a practicársele la autopsia en el Instituto de Medicina Legal, adonde había sido trasladado ya su cuerpo en una bolsa, cuando se descubrió que aún presentaba sus constantes vitales.
Se detectó que el recluso no se encontraba en la cárcel cuando se hizo el recuento habitual a las 8 de la mañana del día de ayer. El funcionario fue a la celda en el módulo 8 a buscar al interno, cuando el encontró sentado en una silla en estado inconsciente y sin muestras aparentes de violencia.
La víspera ya había mostrado signos de indisposición, por lo que fue alertado el servicio médico de la cárcel para que comprobaran su estado. Sin embargo, todos los intentos para tomarle el pulso resultaron tardíos, por lo que se diagnosticó su fallecimiento.
Inmediatamente después se activó el protocolo habitual, avisando al juzgado de guardia y su titular acordó que se procediera al levantamiento del cadáver y su traslado al Instituto de Medicina Legal de Oviedo para practicar la autopsia, mientras de forma simultánea se procedía a avisar a la familia para comunicarle su muerte.
La sorpresa y conmoción del equipo forense fue mayúscula cuando los servicios funerarios le entregaron el cuerpo de G.M.J. en una bolsa y empezaron a escucharse ruidos en el interior. Al abrir la bolsa, encontraron al interno aún con vida.
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