El Antiguo Mercado Público de La Unión impone. La Catedral del Cante dicta sus normas es algo no escrito pero que todo artista siente, comprende y que respeta. Manuel Lombo y Pitingo adaptaron sus actuaciones para reverenciar al mayor templo mundial del flamenco repasando los palos más auténticos del cante jondo.
Arrancó la velada Manuel Lombo con fuerza y garbo. Comenzó recordando su origen flamenco sevillano con una alegría que sirvió para enganchar a un público con ganas de flamenco; con ganas de ver la trayectoria y evolución del cantaor que pisó las tablas unionenses acompañando al baile a Ángeles Gabaldón que ganó en 2002 el Premio Desplante del Festival Internacional del Cante de las Minas.
Lejos de amedrentarse Lombo se fue por malagueñas sintiéndose con ese palo como pez en el agua, cómodo y expresivo conectó de inmediato con el público de La Unión. Siguió buceando en los palos más ortodoxos del flamenco. Lombo habitual en espacios grandes y escenarios sacros no le tembló la voz con la minera con la que quiso honrar a la Catedral del Cante previo paso por un expresiva soleá.
Tras este paso por el “Origen”, nombre de uno de sus trabajos, el cantaor sevillano cambió el traje de raya diplomática por uno de chaqueta en negro y blanco. A partir de ahí sacó su repertorio por Bambino pero respetando las tablas que pisaba: percusión, palmas, guitarra y la silla de cantaor.
Ingredientes que puso a cocer a fuego lento en el puchero del Antiguo Mercado Público. La alquimia entre el cantaor sevillano y el respetable unionense fue creciendo a cada golpe de garganta, con cada compás hasta que artista y público se fundieron en uno sólo en el fin del espectáculo. La relación de amor recién surgida fue correspondida por Manuel Lombo cantando a capela su último tema de la noche entre las filas de unos espectadores que han vivido una de esas noches mágicas que sólo suceden en la Catedral del Cante.
Pitingo pone a bailar el antiguo mercado público
Sí anoche nació una nueva relación de amor entre Manuel Lombo y La Unión. Pitingo la tiene declarada desde hace tiempo “para mi venir aquí es sentir un gran respeto y admiración por estas tablas, donde han actuado los más grandes. Es volver a donde comencé” confesaba el onubense antes de subir a las tablas.
En su garganta Pitingo volvió a mezclar los sonidos de un lado y el otro del mundo. El de Ayamonte tributó a La Unión una toná escrita por el unionense Pepe Cros y que regaló a la Catedral del Cante en “una muestra de amor y respeto a este templo que tanto me ha dado”
Pitingo siguió con sus “gospelerías” mezcla de góspel y bulerías y que la han granjeado muchos éxitos y reconocimientos internacionales. El cantaor continuó enamorando al público con anécdotas y peripecias entre cante y cante o dedicatorias a su malogrado amigo Víctor Blaya “Charico”.
De blanco inmaculado Antonio Manuel Álvarez Vélez “Pitingo” se puso flamenco, sin más que una guitarra y su voz. El de Ayamonte cerró con los palos que los trajeron de joven a estas tablas y con los que volvió a encandilar al público de La Unión.
Sin embargo, no era la última carta que se guardaba bajo la manga. En los “bises” Pitingo comenzó a soltar píldoras de sus repertorio con las que consiguió levantar de sus asientos y hacer bailar a un público que abarrotó durante las dos galas y las casi cuatro horas de espectáculo el Antiguo Mercado Público que, gracias a un sevillano y un onubense, vivió una de esas noches mágicas y llenas de arte y flamenco que sólo se viven durante el Festival Internacional del Cante de las Minas.