Hablan de que en León es una de las ciudades donde más felicidad se vive. Es decir, que los leoneses somos felices casi por el simple hecho de haber nacido en una tierra tan única y especial como la nuestra. Sin embargo, paseando por León cada día se nos puede caer el alma a los pies. Cada vez son más habituales las personas necesitadas que requieren una limosna porque no tienen trabajo ni dinero para comer o para mantener a su familia, muchos niños desprotegidos.
Esa tristeza de nuestras calles muchas veces pasa inadvertida para nosotros. No la vemos, y así paseamos por nuestra ciudad sin ver todas las personas, mayores y jóvenes, que piden ayuda por nuestras calles. A la puerta de supermercados o simplemente en las aceras del centro de León.
Algo que nadie quiere ver
En otras ocasiones, el trasiego de la ciudad difumina la tremenda realidad de personas rebuscando en los contenedores. Un rebusco que no tiene frontera y que protagonizan jóvenes, mayores, nacionales y no nacionales. Y así, algunos días nos topamos con una joven rebuscando («no sabemos qué») entre los contenedores de una céntrica plaza leonesa en hora punta.
Ya no se espera al caer el sol, no se procura hacer el rebusco cuando las calles están menos concurridas. Hay personas, leoneses y leonesas, que tienen que rebuscar en los cubos y contenedores cada día. Y esa, esa imagen es la que nadie quiere ver en nuestras calles.
La felicidad estará en nuestras calles pero también la necesidad. Por ello, es necesario que «a quién le corresponda» (las administraciones a las que les toque) procuren impulsar nuestra ciudad y nuestra provincia para que esta imagen que nadie quiere ver deje de repetirse cada día. Hace falta trabajo, hace falta industria, hace falta oportunidades, hace falta felicidad de verdad, hace falta que estas imágenes no sean algo recurrente que pasa desapercibido para la sociedad.