Hay un sonido que me acompaña desde hace tiempo, un latido constante que no se apaga. Es el ruido de mi corazón, el que me recuerda que estoy vivo, pero también el que me duele cada vez que pienso en lo que he dejado atrás. El ruido de mi corazón es el eco de una ciudad que me vio nacer, crecer y soñar. Una ciudad pequeña, pero grande en historia, cultura y tradición. Una ciudad llamada León.
El ruido de mi corazón, León
León es un rincón de España, donde la vida siempre ha sido tranquila, calmada y maravillosa. Una ciudad en la que todos se conocen, se saludan por las calles, se dejan las llaves de las puertas entre vecinos y se sonríen al verse pasar. Una ciudad donde todo está cerca, un lugar donde aunque haga frío porque lo hace, siempre sale el sol, donde encanta salir de cortos y tomar las tapas en lugares que no existen en otras ciudades de España y disfrutar de cada instante.
También León es una ciudad con una gran cultura, que se refleja en sus monumentos, sus museos y sus fiestas. Su Catedral, una joya del gótico que ilumina la plaza con sus vidrieras; San Marcos, un antiguo hospital de peregrinos convertido en parador nacional; San Isidoro, una basílica románica que guarda el Panteón Real y el Cáliz de Doña Urraca; la calle Ancha, el eje comercial y social de la ciudad unido mediante la plaza de Santo Domingo a la arteria principal de León, Ordoño; el Barrio Romántico, lleno de terrazas y ambiente; el Barrio Húmedo, el lugar por excelencia para disfrutar del tapeo y la noche leonesa.
León es una ciudad que me ha dado todo lo que soy, una familia, unos amigos, una educación, unos valores. Una ciudad que me ha enseñado a ser feliz con lo poco o mucho que tenga, a ser solidario con los demás, a ser y estar orgulloso de mis raíces. Una ciudad que me ha hecho sentir en casa, donde siempre he encontrado un abrazo, una sonrisa, una palabra de ánimo.
Esta increíble capital del mundo, porque es así como yo la veo, la capital del mundo, regala unos espacios naturales para el ocio, el deporte y el contacto con la naturaleza que pocas otras poseen. Los parques y las zonas verdes de León son un tesoro que merece la pena disfrutar. Podría hablar del Parque de San Francisco donde aprendí a patinar y se ha convertido en el come y calle, Juan Morano donde los niños juegan, junto con el parque de los Reyes o el coloquial parque de los Peces o de los Trenes de la zona del Corte Inglés. La Candamia, donde tantos y tantos domingos fui con mis padres y abuelos a comer con nuestra mantita, jugar un partido o recorrerlo con la bici. El parque de la Granja al que no le falta sitio para pasear o jugar un buen partido. También están los Paseos de la Condesa y Papalaguinda, lugares donde la sombra de los árboles o el ruido de los pájaros tanto agradaba a mis abuelos cuando estan aquí y que ahora recuerdo al ver los abuelos de otros bailando muchas tardes al ritmo de la música. Y podría seguir así con Quevedo, el Cid, Eras, San Isidro… porque lo que a León le sobra, pero no regala son sus increíbles y bellísimos rincones llenos de todo y sin falta de nada.
Adiós León…
Sin embargo, León también es una ciudad que me ha obligado a marcharme, a buscar fuera lo que no podía encontrar dentro. Una ciudad que se muere por falta de oportunidades laborales para los jóvenes, que deja escapar a la juventud y a los hijos de familias que perderán uno de los tesoros más preciados de la vida: crecer en familia, pasear junto a los nietos y hacer meriendas los fines de semana con los primos, tíos…
El ruido de mi corazón es el dolor silencioso que sufren las familias al ver que no hay futuro para sus hijos, y ver cómo se van poco a poco si quieren crecer de forma profesional y desarrollarse tienen que irse lejos. El ruido de mi corazón es el grito desesperado por un cambio, por una solución, por una esperanza. El ruido de mi corazón es el anhelo de volver algún día, de reencontrarme con los míos, de recuperar lo perdido y pensar que tal vez mis nietos puedan volver a vernos.
El ruido de mi corazón es León, ¿es también el tuyo?