Veinte años después de lograrlo en su templo de Saint Denis, con Didier Deschamps como capitán y con Zinedine Zidane de gran figura, Francia impuso ante Croacia (4-2) la ley del más fuerte para convertirse, por segunda vez, en campeona del mundo, esta vez en Moscú. El coliseo del Luzhniki fue el magno escenario del encuentro.
Francia lideró un modo que apuesta más por la firmeza defensiva, por el orden, el equilibrio, el aprovechamiento al máximo del balón parado y el vértigo de ese joven descarado que se llama Kylian Mbappé junto al ‘Principito’ Antoine Griezmann, convertido en nuevo rey.
Croacia no decepcionó, ni mucho menos. Jugó sus armas con todo lo que el corazón le dio tras el gran desgaste acumulado, pero un tanto en propia meta y un gol de penalti señalado a través del VAR dinamitaron su moral. Con el tercer tanto, premio al buen trabajo de Paul Pogba, se vino abajo. La montaña era demasiado alta como para pensar en la hazaña.
Deschamps cumplió con lo previsto. Formó con el once de gala, el esperado, el que tan buenos réditos le dio a lo largo del torneo. El del músculo en la medular, el vértigo de Mbappé, la calidad de Griezmann, el trabajo de Giroud y la firmeza atrás.
Zlatko Dalic también aportó por su equipo titular después de que en las últimas horas se hubiera especulado con la baja de algunos de los héroes, principalmente la de Ivan Perisic, determinante en la semifinal ante Inglaterra.
Deschamps y sus hombres señalaban que habían corregido los errores que les costó, hace 2 años, el título de la Eurocopa en casa ante Portugal.
Dalic y su armada de irreductibles ya habían hecho historia, pero querían agrandarla y entrar en el olimpo de los campeones mundiales para escribir la página más dorada, también veinte años después de que la generación del 98 que lideraban Davor Suker, Zvonimir Boban y Robert Prosinecki se acabaran colgando el bronce tras caer precisamente ante Francia.
La historia en cancha
Pese a la teórica mayor fatiga acumulada luego de tres prórrogas, es decir, haber jugado un partido más, Croacia asumió su rol. Fue valiente. No dudó en llevar las riendas de la final. Francia, encantada, entregó el balón a los Modric, Rakitic y compañía, a la espera de enganchar una contra o un balón parado.
No necesitaban los ‘bleus’ ser dominadores del partido. Lo único que precisaban era ese balón cerca del área de Danijel Subasic. Aún siendo aparentemente inferiores lo encontraron. Griezmann cobró una falta y un toque desafortunado de Mandzukic, el hombre que situó a Croacia en la lucha por la gloria, se metió el primer autogol en la historia de las finales, y adelantó a Francia.
Croacia, sobrada de orgullo, corazón y calidad, pareció acusar el mazazo, pero tardó tan solo diez minutos en devolver el golpe con Perisic.
Francia rápidamente encontró el 2-1. Desde el VAR le avisaron a Néstor Pitana que algo había pasado en un tiro de esquina, el colegiado argentino atendió la situación y decretó pena máxima, la primera en una final en la historia del videoarbitraje. Cobró Griezmann y puso el 3-1.
Luego, una galopada de Mbappé inició el 4-1 de Pogba. Un clamoroso error de Hugo Lloris ante Mandzukic permitió que este anotara el 4-2. Croacia, sin embargo, no se rindió nunca. El conjunto ajedrezado cayó, pero lo hizo con honor y haciendo historia.
Lo de Francia tiene mucho mérito, lo demostró en Rusia con esas dosis de calidad y eficacia que son imprescindibles para hacer algo tan grande como ganar un Mundial.