Amanece nervioso y nuboso el Domingo de Ramos. Camisa planchada, corbata preparada y túnica colgada esperando a que llegue la hora.
El patio se llena de reencuentros, abrazos, miradas que sonríen por encima de la mascarilla, lágrimas y emociones a flor de piel esperando el momento de poner los pies en la calle.
Han sido tres años de espera pero ha merecido la pena. El Cristo del Gran Poder volvió a llenar las calles de León. Volvió a emocionar a lo largo de su recorrido recibido con calurosos aplausos, sin olvidar todo lo que se ha vivido en estos últimos tiempos y todo lo que se ha aprendido.
Túnicas que quedaron tres años guardadas, ayer volvieron a sentir el calor de la gente, el olor a incienso y el ruido de tambores.
¡Que sea enhorabuena!
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