Eran las once de la mañana y los cláxones de los coches indicaban que algo impedía la circulación en pleno centro de León. Un carril de Gran Vía de San Marcos abarrotado en una larga cola en la que los conductores desesperados protestaban con sus cláxones. Un autobús, en la confluencia de San Agustín con Alfonso V, intentaba girar para acceder a esta calle.
A pesar de las indicaciones que el conductor recibía desde fuera y el tiempo empleado (cerca de 15 minutos) el autobús no llegó a coger Alfonso V. El conductor desistió de la maniobra y prosiguió su camino por San Agustín.
Las maniobras, poco o bien acertadas, ralentizaron el tráfico de la zona para desesperación de los conductores que, día a día, tienen que enfrentarse a una ciudad colapsada por el tráfico en su zona centro.
Los coches aparcados (excesivamente justos) y posiblemente la estructura vial fueron elementos insalvables para el autobusero que finalmente se rindió de su objetivo. Eso sí, antes preparó un tremendo atasco que ofreció un recital de pitidos y sonidos de cláxones (suponemos que también de una palabra malsonante).
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