Viajar en tren en los últimos tiempos es una auténtica ruleta de la fortuna. Los retrasos y los parones en mitad de la vía es el día a día de miles de pasajeros que utilizan este medio de transporte. No se libran los trenes de León que en las últimas semanas han sufrido varios incidentes de este tipo que han provocado que cientos de pasajeros acaben en el Limbo de destino en mitad de la nada, otros a la espera interminable en las estaciones. No se salvan ni los Aves ni los Alvias…
Para colmo de tanto ‘trastorno’, que por cierto el ministro Puente siempre justifica, hay personas que son un ‘quebradero’ más de cabeza. Eso sí, muchas veces estos ‘detalles’ pasan desapercibidos ya que los ‘parones’ injustificados en medio de las vías se cree que es por algún motivo relacionado con la infraestructura. Pero nada más lejos de la verdad.
Me refiero a esos pasajeros ‘incívicos’, por llamarlos de alguna forma ya que también de incívicos son imprudentes y ‘listillos’ (por ser amables). Les voy a contar el caso ocurrido en el Alvia de la tarde del pasado 20 de febrero que unía Madrid con Gijón. Con la suerte de los pasajeros de aquel día, el tren salió en hora pero llegó con cierto retraso a León (algo más de 10 minutos). Muchos no lo dieron importancia pero hubo una historia surrealista que solo los pasajeros que estaban en el vagón del restaurante conocieron.
Todo ocurrió cuando el tren paró en Valladolid en la estación de Campo Grande, aquí todo normal. Apenas unos minutos después de retomar la marcha un hombre -de unos treinta años- corrió apresurado por el pasillo del tren. Nadie le dio importancia. Después el tren se paró. Detrás corriendo el revisor… todo el mundo siguió a lo suyo. Después de unos minutos el tren retomó la marcha, los pasajeros -la mayoría acostumbrados a los parones- ni se percataron de la parada sin motivo.
La realidad fue que el joven paró el tren con la intención de bajarse ya que ‘se había pasado la estación’. Su destino era Valladolid y aseguraba entre gritos que no habían dicho que era la parada obligada. El revisor, también a gritos, le recriminaba al joven «estás loco, ¿que quería tirarte en marcha?». «No, por eso paré el tren» respondía socarronamente el joven mientras gritaba «ost**, era mi parada». Mientras el revisor llamaba (no se sabe a quien y apuntaba en una libretilla) intentaba hacer entender al joven «podías haber provocado un accidente, haberte matado… cuando te pase esto la próxima vez tienes que esperar a la siguiente parada». «Jod**, que me voy a Palencia se me ha pasado la parada» insistía el joven mientras avisaba a alguien al otro lado «jo***, no paró el tren!!!».
Quizá el joven fue sancionado, multado o simplemente recibió la reprimenda. La cuestión es que el tren volvió a llegar tarde y esta vez no por problemas de la línea. En este capítulo entra también la reflexión «y ¿si llega a bajar en mitad de las vías y le atropella otro tren? y ¿podría haber provocado un descarrilamiento?
Historias para no dormir del día a día que muchas veces es peor que una película