El pasado sábado día 28 de febrero, comenzaba a instalarse un imprevisto campamento donde un grupo de niños, entre otros fueron atacados con botes de gas lacrimógeno.
Los hechos ocurrían en la frontera turco-griega donde se instalaba el campamento en el cual se alojaban más de 3.000 refugiados sirios, irnaíes, afganos y somalíes en su trayecto de llegar a Europa.
Las fronteras estaban abiertas, y por ello Turquía comunicó que «no detendremos a los refugiados que quieran escapar a territorio europeo». Por esa razón se organizaron un gran número de autobuses para desplazar de forma gratuita a los refugiados hasta el paso fronterizo.
El gas lacrimógeno alcanza a los niños
Sin embargo, el en momento de cruzar, los griegos comenzaron a disparar y lanzar botes de gas lacrimógeno alcanzando a un gran numero de niños agolpados para traspasar la frontera.
Testimonios como los de Abdulhakim: “¿No estaba abierta la puerta? Erdogan ha dicho que podíamos pasar, entonces, ¿por qué nos disparan los griegos?”, o del joven Idlib: «Venimos de Siria, hemos escapado de las bombas”, se hicieron virales a través de las redes sociales para dar a conocer la situación.
Además, en una de las descargas de botes de gas, uno de ellos ha caído en el cuartel situado en las inmediaciones de la frontera, por lo que los soldados realizaron una salva de infinidad de disparos al aire apuntando en dirección a Grecia a modo de respuesta a su ataque.
Ante esta situación el portavoz del Gobierno griego Stelios Petsas ha declarado que: “Grecia ha sido objeto de un masivo intento organizado de violar sus fronteras y se ha resistido al mismo”.
Además también ha querido hacerse eco de lo que el Gobierno denomina eficacia ya que: «las fuerzas de seguridad helenas han evitado más de 4.000 entradas ilegales al país. Solo 66 personas han logrado colarse en territorio heleno, abriendo un agujero en la valla«.