Pablo Motos hizo algo mágico, excepcional, increíble, pero sobre todo, muy necesario. Aquello que te remueve por dentro y te devuelve la esperanza en la humanidad.
«Es lo más justo, lo más bonito, lo más emocionante y lo más noble que he visto hace mucho tiempo», le espetó Gabilondo a un Pablo Motos completamente emocionado, con la lagrimilla asomando por la ventana del lacrimal.
Tuvo hasta que soltarse un poco la camisa porque había conseguido lo que pocas veces se consigue en la televisión: había conseguido que la ternura, el amor y el agradecimiento se instalaran en la pupila de todos los espectadores y, por supuesto, en el corazón.
«Pasa mucho que un cantante o un locutor es súper famoso y la gente importante de verdad, que está en algún lugar haciendo cosas buenas por los demás, y te lo encuentras un día en una cena y dices Dios… Conocimos a un médico que ha hecho más de 6.000 intervenciones de cáncer de mamá. De repente, hicimos una emboscada a su alrededor, contratamos un teatro, escribimos una obra. Y lo que el no sabía es que todo era para llevarle al teatro y hacer esto».
Así presentaba Pablo Motos la historia del doctor José María Román, jefe de Unidad de Patología Mamaria.