«El guardia civil por su aseo, buenos modales, y reconocida honradez, ha de ser un dechado de moralidad». Es el artículo dos de la «Cartilla del Guardia Civil» ideada por el Duque de Ahumada en 1845, la biblia del Cuerpo en cuanto a conducta y esencia. Siglo y medio después sus principios básicos siguen vigentes, y se han revisado en varias normas pero la nueva orden general que prepara la Dirección General los actualiza y concreta, tanto en lo que se refiere al aspecto físico como a la imagen y el comportamiento con los ciudadanos.
Cabello, barba y bigote, uñas, maquillaje, accesorios, tatuaje y perforaciones: todos sometidos a unas normas. «El cabello estará siempre aseado y peinado. El color deberá ser natural» o si se tinta, acorde con esa naturalidad. Se prohíben de forma expresa los trasquilones, cortes irregulares, rapados parciales o rastas. «El corte de pelo en los hombres será el clásico» y se autoriza raparse la cabeza entera. Las patillas serán horizontales y simétricas, sin que bajen por debajo del pabellón de la oreja. Para la mujer el peinado adecuado es el que permita la colocación de la prenda y con la cara despejada. Se regula también la altura del flequillo, el color de las mechas y el tipo de pasadores o gomas que se pueden emplear.
Adiós a esas barbas tan pobladas y modernas que luce algún guardia cual «hipster». Recortada y arreglada, dice la orden, uniforme y que no descienda de la nuez ni sea más espesa de tres centímetros. El tamaño del bigote se queda a la altura de las comisuras de los labios; nada de emular a Dalí ni atrevimientos similares. Para dejarse bigote, barba o perilla los agentes tendrán que aprovechar los días en que no estén de servicio.