El ‘proyecto PEPO’ nació a partir de la petición de una víctima de violencia machista que buscaba un perro adiestrado para su protección personal. Acudió para ello a Ángel Mariscal, sabedora de que éste era un reputado experto en el adiestramiento canino, además de criador.
Fue eso lo que le dio la idea a Ángel para, desde su fundación, la Fundación Mariscal, y junto a la empresa ‘Security Dogs’, desarrollar un proyecto que empezó a funcionar en 2009 y ha resultado de un extraordinario valor para todas las víctimas que han acudido a él. A todas ellas, tras justificar mediante un procedimiento que incluye pruebas psicológicas que verdaderamente pueden cuidarlos, les entregan un perro del que ellas mismas serán adiestradoras junto a la ayuda y los entrenamientos de los especialistas del proyecto.
«Las mujeres maltratadas se quedan para siempre con el perro, que cumple una doble función: de protección, para lo que se necesitan perros grandes y empáticos; y de terapia”, explica Ángel Mariscal. “En la actualidad hay 60 perros en España cumpliendo esta función. El proceso para poder tener uno de estos perros es estricto”, cuenta, precisando que “tiene que haber una orden de alejamiento”.
220 horas de formación
Más allá, la víctima, –en una actividad que reforzará además su vínculo con el animal–, “tiene que participar antes en un programa formativo de adiestramiento que consta de 180 horas de adiestramiento junto al perro seleccionado, junto con 20 horas de curso que se asemeja al que suelen realizar vigilantes de seguridad y otras 20 de cursos de protección”, precisa Ángel Mariscal.
Los ‘Pepos’, entrenados para proteger
“La función del perro no es morder al agresor”. Su objetivo es “no dejar que se acerque a nosotras”. “Lo que hace es disuadir al agresor. Lo que el perro le da a entender es: no te acerques porque estoy aquí y no la voy a dejar sola», explica una víctima de violencia.
No están entrenados para atacar o matar como un perro de seguridad; están preparados para disuadir y golpear al agresor.
De hecho, estos perros llevan un bozal de impacto reforzado de hierro, y en el momento en que se lo ponen ya saben que están trabajando para aquello en lo que son continuamente adiestrados: proteger.
Además, tienen un arnés con un agarradero, y es en el momento en el que la dueña lo coge, cuando, tras mover la pierna, saben que han de actuar. ¿Cómo? Golpeando al agresor con un objetivo: tirarle al suelo para que la dueña pueda salir corriendo.
Si por alguna razón la dueña, paralizada por el miedo no diese el aviso previsto al animal, éste está entrenado para detectar la situación y actuar igualmente.