Las creencias populares muchas veces son ciertas, pero otras no. En este caso en particular, tanto la fiebre, como las horas de sueño sí pueden estimular la producción de la famosa hormona del crecimiento en los niños. De forma que sí se cumple la creencia popular de que los niños crecen al estar enfermos.
«Es posible que notemos un estirón en nuestros hijos después de un proceso infeccioso que haya cursado con fiebre, y haya precisado más horas de descanso. Sin embargo, esto no quiere decir que siempre que un niño tenga fiebre vaya a crecer 5 centímetros. Es algo que no podemos medir, y además no siempre se estimulará la producción de esta hormona con la fiebre o el descanso», explica a Infosalus el doctor Roi Piñeiro, de la Asociación Española de Pediatría (AEP).
Generalmente, las enfermedades que llevan a ‘crecer’ a los niños son aquellas que cursan con fiebre, es decir, fundamentalmente los procesos infecciosos. «Otras enfermedades de la infancia, como por ejemplo un reflujo gastroesofágico, la diabetes o la celiaquía, no sólo no cursarán con un estirón, sino que es muy probable que detengan o ralenticen la velocidad de crecimiento hasta el diagnóstico e inicio del tratamiento apropiado», advierte el pediatra.
En este contexto, el también jefe asociado del servicio de Pediatría del Hospital General de Villalba (Madrid) explica que el ritmo de crecimiento de los niños es individual, aunque para orientarse existen unas tablas de velocidad de crecimiento que ayudan a valorar si un niño se desarrolla de forma adecuada o si no, analizando los centímetros que ha ganado entre dos periodos de tiempo, y comparándolos con una población de la misma edad y sexo.
«La genética es fundamental. De hecho, nuestra altura estará marcada por la talla genética, definida por la media aritmética de la altura de nuestros padres y la suma de 6,5 cm en el caso de los varones y la resta de 6,5 cm en el caso de las mujeres. Aunque es un método algo antiguo, sigue siendo completamente válido. También es cierto que hoy tenemos herramientas de diagnóstico y pronóstico mucho más finas», precisa el especialista.
Eso sí, Piñeiro alerta de que lo que es imposible es que un niño llegue a los 190 centímetros si el padre mide 170 centímetros y la madre 150 centímetros. «Es algo evidente, aunque no es infrecuente que tengamos que explicarlo en consultas. De hecho, si llegara a los 190 centímetros deberíamos estudiar a dicho niño pues, aunque los padres estuvieran muy contentos por la altura de su hijo, es muy probable que existiera algún problema de salud. Dentro de estos estudios, más de una incómoda sorpresa nos hemos llevado alguna vez, descubriendo que el padre biológico no es precisamente el que está sentando en la consulta junto a la madre», destaca el miembro de la AEP.
PRINCIPALES ETAPAS DE CRECIMIENTO
Así, el experto detalla que existen fundamentalmente tres etapas de crecimiento en los niños:
– El primer periodo iría desde el nacimiento hasta los dos o tres años de vida: «Sobre todo durante el primer año de vida, pues a los 12 meses lo habitual es que hayan triplicado el peso y duplicado la talla que tenían al nacer. De todas formas, los padres deben guardar las calculadoras y olvidarse de pesar y medir a los niños todas las semanas. Esto no es una competición. Las revisiones del niño sano en los centros de salud están precisamente para vigilar estas etapas de crecimiento. Hay que preocuparse cuando lo haga el pediatra, pero nunca antes», sostiene el pediatra.
– El segundo periodo sería desde los dos o tres años de vida hasta la adolescencia: «En esta época de la vida el crecimiento es más lento y estable. Notaremos que nuestro hijo crece, pero por otros motivos, porque aprenderá a hablar, a pensar, a sumar, a leer, y se irá convirtiendo en ese pequeño adulto que nos emocionará, al mismo tiempo que miraremos al pasado con nostalgia, a aquellos días de pañales, llantos, papillas y sonrisas», advierte.
En esta etapa de la vida, añade, tampoco conviene comparar a los niños con sus hermanos, ni con sus compañeros de colegio. «Sigue sin ser una competición. Cada uno tiene su ritmo, hay que respetarlo. Y ojo, porque ya nos escuchan. ‘Es el más bajito de su clase’, o ‘es que es muy delgadita’ pueden generar problemas innecesarios. La psicología infantil existe», destaca el experto.
– El tercer periodo es el de la adolescencia: Esta época llega antes en las niñas que en los niños, pero tampoco es algo matemático, y también depende de la genética. «Así que, una vez más, el crecimiento no es una competición. En esta época de la vida tiene lugar el conocido como ‘estirón de la pubertad’, que se acompaña además del desarrollo de conocidos caracteres sexuales secundarios (madurez sexual) y de incómodos cambios de humor», agrega.
Por ello, Piñeiro dice que algunos padres se refieren a esta etapa de la vida de sus hijos como la ‘aborrescencia’. «Y sigamos con cuidado, pues nuestros hijos no sólo nos escuchan sino que además están aprendiendo a vivir en sociedad, y desarrollando su propia personalidad», avisa.
Fuente: Infosalud.com