Es habitual esperar a la fecha límite de la ITV para ponerse al día con el mantenimiento del vehículo. Sin embargo, la anticipación puede evitar algunas de las averías más frecuentes en el coche. De hecho, ser previsor puede suponer un ahorro económico considerable. Así que, veamos cuáles son los fallos más usuales en un coche y cómo detectarlos.
Rotura de lunas
La función principal de las lunas del coche es proteger al conductor y al resto de los pasajeros de las inclemencias del tiempo y otros elementos externos. Además, su diseño permite una visión de 360 grados que proporciona una visión clara de la carretera y el tráfico. Por eso, cuando se rompen las lunas, es imprescindible visitar de inmediato a un profesional o acudir a uno de los talleres Carglass en Castilla y León, o en cualquier otra comunidad autónoma.
Cuando se rompe la capa exterior de la luna delantera y la grieta es inferior a 4 cm de diámetro, ofrece un mejor pronóstico. En cambio, aquellas que superan esta medida, que penetran en las dos capas de la luna o se encuentran en la línea de visión del conductor, requerirán la sustitución completa.
Brazo de suspensión
Aunque es posible seguir conduciendo con el brazo de suspensión averiado, este es un elemento clave para el vehículo. De hecho, no solucionar esto a tiempo podría afectar al amortiguador y los neumáticos, incrementando los riesgos para la seguridad de los pasajeros.
La única causa que puede romper el brazo de suspensión es un accidente. Sin embargo, este elemento del vehículo se encuentra expuesto a la suciedad, la humedad y la tensión durante la aceleración y la frenada. De modo que puede desgastarse y verse afectado por unos rodamientos en mal estado.
Si el vehículo no circula correctamente por el carril, emite un chasquido al girar o produce un traqueteo al pasar por los baches, podría indicar la rotura del brazo de suspensión. Unos neumáticos que se desgastan de forma irregular o una dirección “demasiado blanda” también alertarían de esta avería.
Problemas en el sistema electrónico
Los fallos en el sistema eléctrico son la causa más común que provoca la detención repentina del vehículo.
La batería, el principal elemento de este sistema, es la encargada de acumular la energía que necesitan el resto de los componentes eléctricos para funcionar. Sin embargo, cuando alguno de los cables está suelto o se usan las luces durante largos periodos de tiempo o hay un elemento defectuoso, la batería puede descargarse.
Otro de los componentes del sistema eléctrico son los fusibles y los cables, dispositivos diseñados para proteger a otros elementos ante posibles subidas de tensión. De hecho, si la corriente aumenta descontroladamente, el fusible se quemará para cortar el paso de la energía eléctrica.
Sin embargo, también puede darse una avería en las bujías, responsables de que el motor pueda arrancar. Si estas funcionan de forma incorrecta, el ciclo de combustión se verá afectado. En cambio, si la conexión de las bujías no responde, el coche no arrancará. A pesar de esto, es uno de los fallos más fáciles de solucionar.
Freno de mano destensado
Cuando el conductor debe tirar con fuerza del freno de mano para detener el coche, puede que esté destensado. Si esto no se resuelve, la capacidad de frenado se irá perdiendo progresivamente.
Aunque es una avería muy común, se recomienda acudir a un taller y revisar el freno de mano cada 50.000 o 70.000 km.
Pastillas de freno
Entre los distintos componentes del sistema de frenado de un vehículo, las pastillas son las que mayor desgaste sufren. El material con el que se fabrican, la carga que soporta el coche, los hábitos de conducción (una agresiva y poco eficiente) y el terreno por el que se circula con más frecuencia son los factores que determinan el estado de las pastillas de freno.
Para identificar su desgaste, conviene prestar atención al aumento de la distancia de frenado, al bajo nivel en el líquido de frenos y a un pedal “más blando”. Además, algunos coches cuentan con un sensor que informa al conductor de que la vida útil de las pastillas de freno está llegando a su fin.
Fugas
Por último, una fuga de los líquidos del vehículo también puede dar lugar a una avería. La pérdida de líquido refrigerante aumentará el riesgo de sobrecalentamiento, una fuga de aceite podría ocasionar grandes fallos en el resto de elementos mecánicos del vehículo y una pérdida de lubricante en la dirección hará que esta se endurezca. De modo que si se da alguno de estos casos, hay que acudir a un taller de inmediato.
Asegurar un correcto mantenimiento del vehículo es el paso clave para evitar parte de estas averías. Por tanto, conviene prestar atención a cualquier cambio en el coche y visitar a un profesional cuando sea necesario.