Adrián, concursante de MasterChef 10, ha contado su dura historia y se ha sincerado delante de jueces y compañeros
El lunes 16 de mayo arrancaba en RTVE el quinto programa de la décima edición de MasterChef, el famoso programa donde desconocidos demuestran sus dotes culinarios. En esta entrga, el jurado de MasterChef ha puesto a prueba a los concursantes y han propuesto una prueba en la que la complicidad era la clave del éxito.
Los concursantes, por parejas unidas por afinidad en el concurso, partían de 90 minutos para elaborar la misma receta cada uno, pero mientras el cocinado debían ir respondiendo a preguntas sobre su compañero de cocinado. Si acertaban una pregunta se sumaban 5 minutos y si, por lo contrario, la fallaban, se restaban. El resultado de la prueba debía ser un plato idénticamente elaborado y emplatado.
Curiosamente, los concursantes que partían con más tiempo fueron los peor evaluados por el jurado y viceversa. Pero, hubo una pareja que brilló. Adrián y Verónica supieron trabajar con positividad y sintonía y ganar, así, la recompensa que habían preparado para los ganadores: el mejor plato estará disponible en el Restaurante MasterChef de Madrid y los cocineros tendrán un contrato de 3 meses de prácticas.
Esta noticia ha pillado por sorpresa a los ganadores y ha despertado la confianza de Adrián para sincerarse. «A mi me encanta mi barrio, pero al final si no pegas, te pegan», contó el bilbaíno. El concursante ha agradecido la «segunda oportunidad» que le han dado al concursar en MasterChef y se sincera sobre su dura infancia: «Mi padre era mi padre, le quiero con toda mi alma. Se mató en una accidente de moto y tomó malas decisiones». «Le gustaba beber, y cuando venía a buenas yo le esperaba y bien, pero cuando venía a malas me tocaba», confesaba Adrián con la voz entrecortada.
El participante ha seguido contando su relato de una manera desgarradora. «Las peleas que tenía eran por desahogarme». «Al final una pelea se descontroló y le hice una serie de lesiones que no pude pagar, por eso me metieron 3 meses en presión» relataba el vasco que concluye diciendo «fue muy duro, porque me vi solo. Es una etapa dura que no se la deseo ni a mi peor enemigo».
La dura confesión del joven de 28 años provocó las lágrimas de varios de los presentes, y arrancó un aplauso generalizado que, seguro, le ha dado el ánimo para continuar y aprovechar la segunda oportunidad que esta viviendo.