A las 11:14 horas del martes, 21 de junio, comenzó oficialmente el verano, que se prolongará hasta el próximo 23 de septiembre.
Con el inicio de la época estival, se da el pistoletazo de salida a la temporada de sol y playa (también de piscina), y con ella, se disparan los motivos para enfermar: cambios de hábitos y rutinas, el contacto continuo con el agua y las elevadas temperaturas propias del verano.
Tomar el sol sin protección solar conlleva riesgos que tiene consecuencias, en muchas ocasiones, muy dolorosas. En el mejor de los casos, la piel se tornará en un color rosado sin mayor complicaciones.
Pero, si la exposición al sol se ha prolongado en el tiempo (sin ningún tipo de fotoprotector), pueden producirse ampollas y sarpullidos.
“Sabemos que la mejor franja horaria en la que, si estamos expuestos al sol, se sintetiza más vitamina D es la que va de las 12 a las 16 horas. Esta franja horaria es la que tiene precisamente más probabilidad de dar lugar a una quemadura, por lo que es importante limitarse a una corta exposición”, explica el doctor Agustín Buendía Eisman, de la Fundación Piel Sana de la Academia Española de Dermatología y Venereología AEDV.
Por ello, la Academia Española de Dermatología y Venereología recomienda una exposición progresiva, de menos a más, para evitar quemaduras solares que, además de las molestias que provocan, pueden desarrollar a largo plazo cáncer de piel.
Lo recomendable es empezar a tomar el sol directo, primero cinco minutos, y después 15-20 minutos. “No sobrepasar ese tiempo, sobre todo en la franja horaria entre las 12 y las 16 horas.
Si se está más tiempo al sol, es fundamental utilizar cremas fotoprotectoras u otras vías de protección para prevenir la quemadura”.
El calor se puede convertir en un riesgo para la salud. Y cuando se está inmerso en una ola de calor, supone un auténtico peligro, sobre todo, para la población más vulnerable: personas mayores, enfermos crónicos y niños.
Pero, ¿cómo reacciona nuestro cuerpo ante una ola de calor? Lo primero que hay que aclarar que esto sucede cuando no se toman las precauciones necesarias: deshidratación, hacer ejercicio en las horas centrales del día o poca ventilación.
Cuando esto ocurre, el organismo es incapaz de regular por sí mismo su propia temperatura, provocando un desajuste térmico (incrementando de forma brusca la temperatura corporal). Y se traduce en los siguientes síntomas:
En el peor de los casos, se puede perder el conocimiento, sufrir palpitaciones (frecuencia cardíaca por encima de los 100 latidos por minuto) y convulsiones.
Este es el decálogo del Ministerio de Sanidad para evitar un golpe de calor durante el verano:
Es uno de los problemas más frecuentes y que puede derivar en un golpe de calor. Los expertos recomiendan beber abundante líquido, aunque no se tenga sed. Con las altas temperaturas, se pierde mucha agua corporal. Es vital sustituirla, ya sea con agua o con bebidas isotónicas (e incluso con zumos y gazpachos).
Dependiendo del IMC y, por ende, de nuestras necesidades, se debe ingerir entre litro y medio y dos litros de agua al día.
Comer fuera de casa, en la montaña, en el campo, en la playa o la piscina, no está exento de riesgos. Y, es que, el calor puede provocar que los alimentos preparados en casa se estropeen durante su traslado. Las altas temperaturas favorecen el crecimiento de las bacterias, como advierte la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN).
Mantener una correcta higiene de las manos. En caso de que no haya fuentes de agua potable, se puede llevar una botella de agua para lavarse las manos antes y después de manipular los alimentos.
Las piscinas y la playa «incrementan el riesgo de otitis externa (otitis de nadador) como consecuencia de la humedad», según advierte la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC). Los más vulnerables a este problema, indica el doctor Manuel Manrique, son las personas que sudan mucho y los que más tiempo pasan en el agua.
Pero hay otros factores de riesgo. «Pacientes con dermatitis alérgica, el estrés, los ambientes polvorientos, así como la contaminación bacteriana o química de las aguas».
Los síntomas más típicos de la otitis externa son:
Se puede prevenir con unas pautas de fácil cumplimiento:
Se trata de una patología causada por la bacteria Escherichia coli (E. coli) y que, especialmente, afecta a la mujer y, sobre todo, durante el verano. Según el Centro de Información de Cistitis, el 47% de los pacientes señalan que los síntomas principales son picor o escozor, frente al 35% que dice sufrir un aumento en el número de micciones.
No obstante, los síntomas principales de la cistitis son:
Los factores de riesgo para la aparición de la infección:
El tratamiento de la cistitis combina fármacos y medidas higiénicas. Los especialistas recomiendan que para evitar la cistitis durante la temporada estival se debe tener una adecuada higiene íntima, una correcta hidratación y evitar la cafeína o el alcohol. Un estilo de vida saludable que, a buen seguro, reducirá el riesgo de padecer esta infección que afecta, al menos una vez en la vida, al 37% de las mujeres.
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