La llegada del imán Abdelbaki Es Satty a Ripoll (Girona) fue clave en la radicalización de la célula del 17-A, cuyos miembros pasaron de fumar porros, salir con sus amigos y llevar una «vida normal» a aislarse en la mezquita, evitar mirar a las mujeres y «sermonear» a otros para que rezaran más.
Como presunto cerebro de los atentados de Las Ramblas y Cambrils (Tarragona), Es Satty se encuentra, según los investigadores, en la cúspide de la célula y aunque en un principio se especuló con que pudo tener vínculos con el CNI, hoy el teniente fiscal de la Audiencia Nacional, Miguel Ángel Carballo, rechazado este extremo en una entrevista con Efe.
No hay «ninguna referencia» de la «implicación o relación del imán con el CNI» en el sumario, del que se ha levantado parcialmente el secreto y al que ha tenido acceso Efe, asegura Carballo, más allá de varias «visitas policiales» y del CNI que recibió cuando cumplía condena por tráfico de drogas en Castellón entre 2010 y 2014.
El papel que jugó Es Satty, muerto en la explosión de Alcanar, en la preparación de los atentados, que dejaron 16 muertos y centenares de heridos, es una pieza fundamental en la investigación que dirige el juez Fernando Andreu.
Varios familiares de los terroristas le señalaron de manera directa en sus declaraciones ante los Mossos d’Esquadra como el culpable de la radicalización de los jóvenes tras su llegada a Ripoll e incluso alguno llegó a decir que durante sus sermones, de corte radical, hablaba de «la Yihad y la lucha armada, por la que había que matar a los infieles».
Antes de conocerlo, algunos de los miembros de la célula jugaban al fútbol, salían con sus amigos, bebían alcohol e incluso fumaban hachís, una actitud que cambió radicalmente cuando Es Satty se hizo cargo de la mezquita de Ripoll.