Fernando Alonso es el mejor piloto del mundo. Lo ha demostrado claramente. Lo único que necesita es que le den un buen coche para demostrar cómo se las gasta el asturiano.
Fernando vuelve a saborear el triunfo. En 2013 subió a lo más alto del podio tras ganar el Gran Premio de España de Fórmula 1 con Ferrari. Pero los siguientes 5 años han sido de sequía total.
Fernando debutaba en el Mundial de Resistencia, las 6 horas de Spa. Con su Toyota TS050 Hybrid y junto a sus compañeros Kazuki Nakajima y Sebastien Buemi ha conseguido la victoria, que no fue, ni mucho menos, sencilla.
Cuando parecía que la carrera estaba encauzada, Nakajima sufría un problema con el ajuste de su cinturón de seguridad y, seguidamente, un trompo que reducía su ventaja a 50 segundos.
El gemelo de Toyota, conducido por el experimentado Mike Conway, le había robado la posición. Alonso tomó el último relevo. Tras algunas maniobras destacadas y sin errores, ayudado también por la falta de competencia en la máxima categoría, Fernando se sentía ganador.
Sin embargo, a falta de poco más de una hora, unos minutos después de subirse al Toyota, un fuerte accidente de Isaakyan provocaba la salida del Safety Car y eliminaba las diferencias entre los dos coches nipones.
Todo quedaba en manos de Alonso. Tenía que pelear la victoria. La última parada del asturiano para repostar fue la clave de su ascenso al podio. Los mecánicos de Fernando tardaron diez segundos menos que los de su rival. Suficiente para salir delante y mantener un colchón de segundos hasta las últimas vueltas.