Hércules Poirot el detective más famoso de todos los tiempos conocido de Agatha Christie
En su autobiografía, Agatha Christie escribe sobre el dilema que se le presentó a la hora de crear al detective que iba a resolver las historias que tenía pensado escribir. «Entonces me acordé de nuestros refugiados belgas. Teníamos una importante colonia de refugiados belgas viviendo en Torquay», explica. «¿Por qué no hacer que mi detective sea belga?, pensé. Había todo tipo de refugiados.
En el recuerdo de mi época de estudiante, los largos meses de verano van asociados a Agatha Christie y sus novelas de misterio. En la playa o en la piscina, después de comer o antes de cenar, en familia o entre amigos, títulos como ‘Asesinato en el Orient Express’, ‘Muerte en el Nilo’, ‘Diez Negritos’ y otros tantos, pasaban de mano en mano. Devorábamos las historias de crímenes que tan inteligentemente y de forma ingeniosa resolvía Hércules Poirot, el detective más famoso de todos los tiempos, aunque a los menores de 30 años apenas les suene el nombre de este peculiar belga afincado en Reino Unido, que protagonizó numerosas novelas y relatos entre 1920 y 1975.
El personaje de ficción, al único al que The New York Times dedicó un obituario el día que murió en ‘Telón’ (1975), es un hombre entrado en años cuando resuelve su primer asesinato en ‘El Misterioso Caso de Styles’ (1920). En realidad, el crimen lo resolvió en 1916 pero no se publicó hasta cuatro años después. Atildado en exceso, su seña de identidad es un bigote puntiagudo que cuida con esmero. Poirot es pedante, alardea de su inteligencia ante los asesinos a los que atrapa. «Mi nombre es Hércules Poirot y soy, probablemente, el mejor detective del mundo», asegura, por ejemplo, en ‘El Misterio del Tren Azul’ (1928).
De baja estatura, sus excentricidades son objeto de mofa por parte de los otros policías con los que trata en las distintas historias. De todos, menos del capitán Arthur Hastings, que le acompaña en numerosas aventuras, y que tras conocerle en ‘El Misterioso Casode Styles’ dice de él: «Medía apenas algo más de 1,60 pero se desenvolvía con una gran dignidad. Su cabeza tenía exactamente la forma de un huevo y siempre la ladeaba un poco hacia un lado. Su bigote era muy tieso y militar. Incluso si toda su cara estuviera cubierta, las puntas del bigote y la nariz rosada serían visibles. La pulcritud de su vestimenta era casi increíble; creo que una mota de polvo le habría causado más dolor que una herida de bala. Sin embargo, este hombrecito de vestimenta pintoresca había sido en su tiempo uno de los miembros más famosos de la policía belga«.
¿Por qué Agatha Christie decidió que su detective fuera belga?
Ella nunca explicó nada al respecto salvo un pequeño apunte que ha servido para tirar del hilo y poner nombre al que podría ser el Poirot de carne y hueso, según una investigación realizada por Michael Clapp, un militar inglés retirado, y hecha pública en 2014 y que, a día de hoy, sigue sin estar confirmada.
En su autobiografía, Christie escribe sobre el dilema que se le presentó a la hora de crear al detective que iba a resolver las historias que tenía pensado escribir. «Entonces me acordé de nuestros refugiados belgas. Teníamos una importante colonia de refugiados belgas viviendo en Torquay», explica. «¿Por qué no hacer que mi detective sea belga?, pensé. Había todo tipo de refugiados. ¿Por qué no un oficial de policía refugiado?, me pregunté. Un policía retirado. No demasiado joven». Después sigue diciendo que aquello de la edad fue un error, pues «el resultado es que mi personaje de ficción debe haber pasado ya de los cien años», bromea en la autobiografía publicada en 1977, un año después de su muerte.
Lo cierto es que ella conoció a un grupo de refugiados belgas y que su primer libro en el que aparece Poirot lo escribió mientras trabajaba como enfermera en plena guerra en Torquay. Una labor que también le sirvió para adquirir un amplio conocimiento sobre cómo lograr los venenos más eficaces, que después utilizaría para que sus personajes cometieran algunos de sus famosos crímenes. Fue en aquella época en la que habría coincidido con el único gendarme belga entre ese grupo de refugiados, que había huido de su país dejando atrás una importante carrera como policía. Su nombre era Jacques Joseph Hamoir.
«No es una prueba, pero es una coincidencia», explicó en su día Michael Clapp. Al igual que Poirot, el policía belga Jacques Joseph Hamoir huyó de su país a Reino Unido ante el avance de las tropas alemanas en 1914. En sus investigaciones, el militar británico ha desentrañado nuevos detalles sobre por qué es posible que Hamoir sea el Poirot de carne y hueso. De 57 años, viajó hasta Exeter, Devon, con su hijo Lucien, de 17, para encontrarse con la abuela de Michael, una voluntaria llamada Alice Graham Clapp, que apuntó en su diario el nombre del gendarme.
Alice ayudó a unos 500 refugiados belgas a encontrar alojamiento en Reino Unido durante la Gran Guerra, una acción que el Gobierno belga supo recompensar años después con una medalla. Ella participaba en la organización de actos benéficos para recaudar dinero en tiempos de guerra y logró que su amiga la señora Potts-Chatto instalara a Jacques Joseph Hamoir y su hijo en su casa de Torquay. Los periódicos de entonces informan de una velada organizada en dicha residencia el 6 de enero de 1914 en la que una joven Agatha Christie de 24 años tocó el piano para los invitados belgas. Y unos años después, el asesinato por envenenamiento de Emily Inglethorp es resuelto por el enigmático Poirot, un famoso policía belga desplazado a Inglaterra, con rasgos muy similares a los de Hamoir. Clapp llegó por casualidad al que parece todo un hallazgo, ya que en realidad estaba buscando en el Museo de Torquay las hazañas de su abuela cuando tropezó con el encuentro entre Hamoir y Christie.