La ganga es la ganga y en tiempos en los que el bolsillo aprieta encontrar una buena oferta es toda una oportunidad. Y si es de alta gama… la sangre puede llegar al Bernesga. Muchas ofertas, a precios irresistibles, son aprovechadas por leoneses y turistas cada domingo en su populoso rastro de los domingos. Este gran espacio comercial al aire libre que se extiende por el paseo de Papalaguinda se convierte en un punto idóneo para aprovechar gangas, dar un paseo dominical o simplemente observar. Habitualmente no hay problemas, pero algunas veces hay alguna bronca por decidir quién se queda con la ganga.
Eso ocurrió ayer. En el rastro de León hay puestos de ropa, zapatos, bragas, sujetadores bazar, antigüedades y también cremas. Precisamente en uno de estos últimos puestos, tuvo lugar una tremenda discusión entre dos mujeres de mediana edad que encontraron, prácticamente a la vez, una crema de alta gama a un precio más propio de supermercado. Una crema, de las que cuesta 80 euros, por tan solo 10 euros. La ganga era más que evidente. Ambas mujeres se percataron del hecho y agarraron el bote en cuestión a la vez. En un tira y afloja comenzaron a decir «la he visto yo primero», «que la he cogido yo primero» respondía la otra. Una de ellas no dudó en coger una brocha de maquillaje para amenaza a su contrincante y quedarse así con el valioso botín.
La pelea por una crema de alta gama
La discusión fue subiendo de tono y los presentes que rebuscaban por el puesto comenzaron apartarse. El vendedor intentó poner paz «tengo otra parecida». «¡Pero no es la misma!» gritaron las mujeres mientras se empujaban sin soltar el bote.
Ante la situación surrealista el hombre se hartó pegó un poderoso grito y les arrancó el bote de las manos y dijo «para ninguna o para las dos». Se puso serio y dijo, si la quieren «5 euros cada una y la reparto en dos botes». Las dos mujeres sorprendidas se miraron y una de ellas dijo con actitud bastante altiva, «que se la quede ella, yo me la compro en la tienda que seguro que esta es falsa» y se giró orgullosa abandonando el puesto alardeando de joyas. La otra mujer no supo que decir, sacó el dinero pagó y se fue.
Los presentes no entraban en asombro y alguno no se aguantó la risa. Mientras tanto el vendedor continuó con su jornada «echad un vistazo, gangas insuperables, que no te las quiten de las manos». Sin duda, historietas de rastro para contar para el anecdotario.
Digital de León reproduce esta historia transmitida por uno de los lectores de este medio