El girasol es una de las plantas emblemáticas del verano. Su peculiar «giro» en busca del sol atrae la atención de la población desde siempre. El «reloj» interno que poseen sorprende por su puntualidad. Cada día buscan y siguen fijamente al sol. Al acabar el día descansan y al siguiente vuelven a empezar la rutina.
El motivo por qué lo hacen y giran de este a oeste es totalmente científico. Los girasoles utilizan su reloj circadiano interno que actúa sobre las hormonas de crecimiento. Cada día comienza la jornada mirando al este y acaba apuntando al oeste. Durante la noche se gira para anticiparse al sol y empezar mirando al este.
Ya a finales del siglo XIX se describió el comportamiento del girasol. Diferentes experimentos han demostrado que si se «fija» el girasol para que no gire este no se desarrolla óptimamente.
El reloj biológico de los girasoles
Curioso es también conocer que las plantas de girasol jóvenes se mueven más que las más maduras. De hecho, cuanto más madura está la planta el movimiento deja de ser tan notorio. El crecimiento se ralentiza y lo mismo pasa con el movimiento.
Por eso, no es de extrañar que a estas alturas parece que los girasoles no miren al sol, al madurar «dejan» de seguir el astro rey.