El cielo de Castilla y León se iluminará de las famosas perseidas a mediados de agosto
La más famosa lluvia de estrellas se relaciona con las lágrimas de un santo martirizado, un personaje mitológico que nació de otra «lluvia» mucho más fecunda y un cometa perdido.
La leyenda: El martirio de San Lorenzo
Las Perseidas son conocidas también como las Lágrimas de San Lorenzo, al coincidir más o menos su llegada en agosto con la fecha en la que se recuerda el martirio del santo (10 de agosto). San Lorenzo fue quemado vivo en una hoguera, a la parrilla, en Roma. Se dice que en medio del martirio exclamó: «Dadme la vuelta, que por este lado ya estoy hecho». Sus lágrimas, reza la leyenda, son las «estrellas» que en las próximas noches caerán del cielo.
Por si las Perseidas no tuvieran suficiente magia, el cometa que las provoca, el Swift-Tuttle , se perdió de la vigilancia de los astrónomos por imprecisiones cometidas en la estimación de su órbita. Incluso se creyó que se había desintegrado. Lo que ocurría e que el período en el que el cometa lograba completar su órbita no era de 120 sino de casi 130 años. Para alivio de los científicos, volvió a reaparecer en 1992.
Seguro que resulta difícil no pedir un deseo. También forma parte del misterio.
¿A qué deben su nombre?
Las lluvias de estrellas reciben su nombre de la constelación desde la cual parecen provenir los meteoros, lo que se denomina radiante. En el caso de las Persedias, el radiante se localiza en la constelación de Perseo .
En la mitología griega, Perseo es el hijo de Zeus, quien, enamorado de la ninfa Dánae, tuvo que metamorfosearse para poder entrar en la habitación donde estaba recluida su amada y engendrar a su futuro vástago. La forma que eligió el dios fue, precisamente, una lluvia dorada… Después, ya mayor, Perseo tiene amores con la princesa Andrómeda, que es la constelación que se ubica a su lado. Incluso la salvó de un monstruo marino que estaba a punto de devorarla.
Tampoco fue el primero en derrotar; antes ya le había cortado la cabeza a la Medusa, conocida por convertir en piedra a quien la mirase, aunque eso ya es otra historia.
y ahora la realidad
No ocurren en San Lorenzo. Desde luego, no provienen de los ojos de San Lorenzo, ascendido a los cielos. El martirio del santo Laurentius se produjo en Roma el año 258, sobre una parrilla, víctima del edicto anticristiano del emperador Valeriano. La leyenda asegura que Lorenzo gozaba de un finísimo sentido de la ironía y, en su martirio llegó a decir mientras lo quemaban: «Assum est, inqüit, versa et manduca», es decir: «Dadme la vuelta, que estoy ya estoy hecho, y comedme». Se conmemora su día el 10 de agosto. El pico de la lluvia de estrellas perseidas, recordemos, es la noche del 12 al 13 en España.
No provienen de las estrellas de Perseo. En 1835, el astrónomo Adolphe Quetelet se dio cuenta de que la dirección de la parecían provenir las perseidas era siempre la constelación perseo. Lo que se conoce como radiante. Sin embargo nadie sabía cuál era el origen de esa lluvia de meteoros. De hecho, hasta tres décadas después, se pensaba que las estrellas fugaces eran fenómenos atmosféricos, como los relámpagos.
La lluvia de estrellas perseidas no es el paso de un cometa. Giovanni Schiaparelli descubrió la relación entre las estrellas fugaces y los cometas, tal y como le cuenta a su amigo Angelo Secchi en una carta (las cartas eran los paperscientíficos de la época, en ausencia de revistas especializadas). Schiaparelli detectó que las lágrimas de San Lorenzo coincidían con el paso más cercano al Sol del cometa 109P/Swift-Tuttle.
Una masa de polvo helado y roca de 26 kilómetros de diámetro y una órbita de 133 años alrededor del Sol. Pero no es su paso por la Tierra lo que vemos cada verano. Pasó por última vez por el Sol en 1992. De aquellos polvos, estas estrellas.
Cada año, la Tierra atraviesa una zona de escombro rocoso, desprendido del cometa. «Al atravesarlo la Tierra, estas partículas, no mayores al tamaño de un grano de arena, entran en contacto con la atmósfera», recuerda a Newtral el administrador del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) Miquel Serra-Ricart.
No es fuego lo que vemos en el cielo durante la lluvia de estrellas perseidas. Al rozarse con el aire, las partículas se calientan a enormes temperaturas hasta desintegrarse. Pero no arden como bolas de fuego. «Es el aire ionizado a su alrededor, a unos 100 km de altura, lo que vemos», explica el astrónomo. Es decir, se carga eléctricamente, como al frotar un globo con el pelo. Al producirse un cambio de energía en los electrones de ese aire, se da el destello, como ocurre con los relámpagos.
No son de un color u otro por su velocidad. Las estrellas fugaces, a diferencia de las estrellas reales, no delatan la velocidad a la que se acercan o alejan por su color. La estela que dejan depende del material predominante en el resto de roca desprendida y del aire que lo rodea. Así, del violeta al rojo: calcio+, hierro, magnesio, sodio, nitrógeno atmosférico, oxígeno.
La lluvia de estrellas perseidas, los restos del Swift-Tuttle son como granos de arroz. Podríamos pensar que el cometa es una gran paella galáctica que deja restos flotando por el sistema solar. Si la Tierra fuese un antimosquitos eléctrico, se tragaría esos granos de arroz, chisporreteando, tal y como ocurre con nuestra atmósfera.
No son meteoritos. Son meteoros. La catástrofe estaría asegurada de tratarse de «meteoritos». Se consideran como tales aquéllos que sobreviven al escudo de la atmósfera y su roca cae al suelo. A velocidades superiores a los 200.000 km/h, sus efectos pueden ser devastadores, como bien pudieron comprobar los dinosaurios. «No se trata por tanto de una estrella sino de una partícula de polvo incandescente», recalcan desde lel Observatorio Astronómico Nacional (OAN/IGN). «Los meteoroides de masa menor al kilogramo se calcinan (o vaporizan) completamente en la atmósfera».
Lluvia de estrellas: Cómo cazar una perseida
El observatorio estatal recomienda una cosa por encima de todas: «tener paciencia». Según indica el IGN, el lugar de observación de la lluvia de estrellas perseidas puede ser cualquiera «con tal de que proporcione un cielo oscuro». En cualquier caso, es preferible observar desde un lugar que tenga pocos obstáculos para la vista (como edificios, árboles o montañas) y no utilizar instrumentos ópticos que limiten el campo de visión.
Esta lluvia de meteoros es visible desde todo el hemisferio norte en pleno verano. Las velocidades de estos meteoros pueden superar los 50 kilómetros por segundo (más de 200.000 km/h) y su tasa de actividad puede llegar a los 200 meteoros por hora.
Su alta actividad, junto con las condiciones atmosféricas favorables para la observación durante el verano boreal, hace de las perseidas la lluvia de estrellas -meteoros- más popular, y la más fácilmente observable, de las que tienen lugar a lo largo del año.
La altura a la que un meteoro se hace brillante depende de la velocidad de penetración en la atmósfera, pero suele estar en torno a los 100 kilómetros. Sin embargo, el alto brillo y la gran velocidad transversal de algunos meteoros ocasionan un efecto espectacular, causando la ilusión en el observador de que están muy próximos.
«La correspondiente lluvia de meteoros parece tener un único centro de origen, un punto del que parecen surgir todas las estrellas fugaces. Ese punto se denomina radiante y su localización se utiliza para nombrar a la lluvia de estrellas» perseidas, aclaran desde el OAN.
Hay años mejores y peores. Es difícil de calcular. Las Perseidas, la llamada lluvia de estrellas, son conocidas por sus “estallidos de actividad” que dependen de la influencia gravitatoria de los gigantes del Sistema Solar -Júpiter y Saturno- sobre las nubes de polvo enviadas por el cometa en el pasado. En 1839, el observador alemán E.Heis contabilizaba por primera vez la tasa máxima de las Perseidas: 160 meteoros/hora, explican desde el IAC.
Incluso hoy «desconocemos más que lo que sabemos», precisa Serra-Ricart. «Pero hay que averiguar más de su dinámica, de cómo se distribuyen y cómo se deshacen al llegar al Sol. Son cosas que también nos servirán para saber cómo es nuestra atmósfera». Aunque ya sepamos que no las envía Perseo, aún hay misterios alrededor de la lluvia de estrellas perseidas listos para «dejarnos de piedra».
y nosotros, ahora que sabemos algo más ¿qué podemos hacer?
El Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC) confirmó este lunes que entre los días 11 y 13 de agosto podrán observarse hasta cincuenta perseidas por hora en lugares alejados de la contaminación lumínica.
Estos meteoritos, conocidos popularmente como ‘lágrimas de San Lorenzo’, son uno de los espectáculos astronómicos del verano en el hemisferio norte. Tienen su origen en el cometa ‘109P/Swift-Tuttle’, que completa una órbita alrededor del Sol cada 133 años aproximadamente y, cada vez que se aproxima a nuestra estrella, se calienta y emite chorros de gas y pequeñas partículas sólidas que forman la cola del cometa, según informa la agencia de noticias Ical.
Todos los años, entre finales de julio y finales de agosto, nuestro planeta cruza los restos de esta cola, lo que provoca que estas partículas, denominadas meteoroides, choquen contra la atmósfera terrestre a gran velocidad.
Conforme la Tierra se va adentrando en esta nube de meteoroides que el cometa deja a su paso, el número de partículas va siendo cada vez mayor, por lo que la actividad de las perseidas aumenta. En 2022 esa actividad alcanzará su «máxima actividad» entre el 11 y el 13 de agosto.
No obstante, durante varias noches en torno a esas fechas la actividad de las perseidas será también alta, lo que permitirá ver un gran número de estrellas fugaces. La Luna, que alcanza su fase llena el día 12 de agosto, interferirá en la observación y solo permitirá ver las perseidas más brillantes.
Estos meteoritos, conocidos popularmente como ‘lágrimas de San Lorenzo’, son uno de los espectáculos astronómicos del verano en el hemisferio norte
“Si las condiciones de observación fuesen idóneas podrían llegar a verse del orden de cien estrellas fugaces por hora, pero el brillo de la Luna será uno de los factores que provocará que el número real de perseidas visibles descienda hasta unas cincuenta”, apuntó el investigador del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC), José María Madiedo, investigador del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC).
Para disfrutar de las perseidas no es necesario utilizar telescopios ni ningún otro tipo de instrumento óptico. Desde el Instituto de Astrofísica de Andalucía aseguran que basta con observar el cielo, preferiblemente desde algún lugar lo más oscuro posible y lejos de la contaminación lumínica de las ciudades.