Este sacerdote rector en su momento del Pontificio Colegio Internacional María Mater Ecclesiae, un seminario ubicado en Roma desde 2006 que se dedica a la formación de sacerdotes desde 1991, había confesado a principios de año a sus superiores que acaba de ser padre de una niña, pidiendo un permiso a la comunidad para vivir lejos de ésta y así reflexionar.
Al conocer este hecho, sus superiores procedieron a solicitar a la Santa Sede el nombramiento de un nuevo rector del seminario, que inició su mandato en el mes de agosto», han indicado en un comunicado.
Además de la pequeña que en marzo había confesado que tenía, este mismo jueves, Óscar reconocía ser padre de otro hijo con la misma mujer y manifestaba su intención de colgar los hábitos y de solicitar la dispensa de las obligaciones contraídas con su ordenación.
Esta es su carta de adiós y perdón, la carta de Óscar Turrión que la orden de los Legionarios de Cristo ha hecho pública
En el escrito, los Legionarios de Cristo han lamentado lo ocurrido y expresan su compromiso «en el camino de renovación» que aseguran «seguir recorriendo de la mano de la Iglesia».
Venga Tu Reino!
Nunca pensé que tendría que ponerme a escribir palabras semejantes a
éstas, pero a la vez, siempre he vivido con la certeza de que la verdad debía
guiar mi vida a cualquier costo. Siempre he vivido delante de Dios y es esto,
precisamente, lo que ahora me motiva a tocar un tema que ya es parte de mi
historia y de mi vida pues son mis hechos y mis acciones.
Como sacerdote conocí a una mujer y aunque no tuve mucha relación
con ella durante los años que estuve en su país, seguí en contacto de una
forma amigable.
Debido a ciertos hechos en la Congregación de los Legionarios de
Cristo y a otros muchos en la Iglesia fui perdiendo lastre y me fui
desilusionando, y en un discernimiento sopesado y tranquilo busqué lo que
más convenía a mi vida. Fue en ese período cuando entré en contacto de
nuevo con esta mujer y poco a poco me fui enamorando. De esa relación
nació primero un hijo y hace unos meses una hija.
Comento que no he usado dinero del ejercicio de mis responsabilidades
como rector en el Pontificio Colegio María Mater Ecclesiae, sino que desde
hace tres años apartaba los donativos que amigos míos me daban para mi uso
personal; con este dinero he ayudado a mis hijos.
Asumo mi responsabilidad y sin miedo ante el futuro, pongo todo en
las manos de Dios y, decidido, seguiré haciendo la verdad en mi vida. La
verdad, sí, pues aunque por debilidad he escondido este tema hasta hace poco
cuando comencé el proceso canónico hace algunas semanas, estoy haciendo la
verdad delante de Dios. Estoy en paz y en armonía con Dios en mi corazón a
través del sacramento de la confesión y estoy en paz pues he rezado para pedir
luz a Dios nuestro Señor y sincerarme conmigo mismo y con mis superiores
Sólo hasta hace pocas semanas he puesto en conocimiento a mis
superiores de esta situación. Hacia ellos tengo gratitud y nobleza por el
corazón abierto y comprensivo que siempre me han tendido. Tomé la decisión
de dejar el sacerdocio, siendo ya rector en el Mater Ecclesiae y por cariño y
respeto a mis compañeros en el Mater y a los seminaristas y a sus obispos, o
también por debilidad y vergüenza, no pedí darme de baja en mis
responsabilidades. Sí lo hice cuando se terminaba el plazo de tres años para el
que fui propuesto como rector. Pido perdón a todos por la falta de confianza
que ello supone.
Escribo estas líneas para poner la responsabilidad sólo en mí y en mis
actos. No hago responsable a nadie más que a mí, quiero dejar claridad con
este escrito, sincerarme y pedir perdón por el escándalo y oraciones. Nunca
me he sentido más que nadie, y por eso ahora con mucha tranquilidad y
humildad puedo sopesar mis actos y pedir perdón a Dios y a vosotros.
Mi corazón se gira hacia las miles de personas que a lo largo de mis
años he conocido, guiado y acompañado en sus virtudes y en sus caídas. Les
pido perdón por hacerlas ahora a ellas conocedoras de mis miserias y caídas.
Siempre me han abierto sus corazones y ahora me corresponde abrirles yo el
mío: pido perdón por el mal ejemplo y el anti-testimonio que les he dado.
Durante mis años como sacerdote he aprendido a ver, a pesar de la miseria del
hombre, la centella de Dios que siempre brilla en el corazón y es eso lo ahora
busco y encuentro en mi corazón.
Sigo rezando y seguiré rezando por todos vosotros y como siempre os
pido, si cabe ahora más, vuestras oraciones y recuerdo ante el Señor.
Siempre en Jesucristo,